Asistir a un concierto del grupo Ranky Tanky (el nombre significa tanto ¡vamos al lío! como ¡vamos a divertirnos!) en el auditorio de CaixaForum mientras los rigores de una canícula adelantada echan fuego por las calles de Zaragoza es una gloria. Incluso dos. Ranky Tanky tiene su base en Charleston, Carolina del Sur, y reformula ese conglomerado de negritud llamado música gullah, es decir: los ritmos de los descendientes de los esclavos llevados a las islas Sea, Georgia, Carolina del Sur y norte de Florida. A saber, una elegante y especiada ensalada de blues, jazz, gospel, folk y rescoldos del continente africano.

La originalidad de esta banda radica en que esa mixtura sonora está elaborada con patrones que rompen la convención. Para entendernos: suena una canción gospel, pero su base rítmica nos remite al afrobeat; escuchamos un blues, pero su estructura está más cerca de Sierra Leona que de Chicago. ¿Lo pillan? Quentin Baxter (batería y percusiones), discípulo aventajado de Tony Allen; Kevin Hamilton (contrabajo), un Ron Carter más ligero; Quiana Parler (voz), en cuyas cuerdas vocales habita el espíritu de Aretha; Clay Ross (guitarra y voz), de la escuela David Byrne, y Charlton Singleton (trompeta y voz), hijo musical de Hugh Masekela, son los artífices de tan sugerente oferta. Una formación peculiar, sin duda, colocada sobre el escenario con tal precisión espacial que daba la impresión de que la mismísima Marie Kondo había diseñado la disposición.

En el repertorio, cuatro piezas de su primer disco (You Better Mind; You Gotta Move, un viejo blues que han grabado desde Fred McDowell a The Rolling Stones; Turtle Dove y Ranky Tanky) y gozosos avances del que será su segundo álbum: Freedom, All For You, Let Me Be, Good Time, Stand By Me (no es la canción de Ben E. King), Sometime, Beat Em Down y el divertido bis Green Sally. Terminada la velada, frescos como una rosa volvimos a la canícula. ¡Ranky Tanky!