Coco Balasch es uno de los muchos músicos que, de repente, ha visto paralizada su agenda de conciertos por la alerta sanitaria. De hecho, el contrabajista forma parte de Eliá, un proyecto surgido entre Zaragoza y Teruel que iba a hacer su presentación oficial en la capital aragonesa el pasado 20 de marzo, con un concierto en el Centro Joaquín Roncal de la CAI. Pero la crisis sanitaria echó al traste un concierto que habían preparado con mucha ilusión, «pues ya tuvimos que anularlo una vez ya que la cantante, Salomé Abril, tuvo que cogerse la baja por maternidad», cuenta el músico desde la localidad turolense de Valdeltormo, donde reside ya que su mujer es profesora en la zona.

Eliá, un grupo que nació impulsado por el pianista turolense Frank Gallego y que completa además de Balasch al contrabajo y Salomé Abril, el batería zaragozano Fran Gazol, aborda la música de distintos países del Mediterráneo, de Italia a Francia pasando incluso por adaptaciones de la jota aragonesa. Una mezcla de géneros que no abruma a Balasch, quien participa en una decena de proyectos musicales de las más distintos colores. De hecho, cuenta, «la formación de Eliá partió precisamente porque con Gallego ya colaboro en distintas formaciones, lo mismo que con el batería, así que todo vino dado».

Pero ahora, con el coronavirus todas las actuaciones de estos grupos están parados, habiendo creado una situación extraña y también complicada en lo económico para los músicos, pues como apunta Balasch, «los conciertos suponen para mí el 80% de mis ingresos. El 20% restante llega de dar clases de combo (enseñar a tocar en grupo) cuando salen, grabaciones para grupos, alguna charla, algún arreglo, pero todo ello siempre es presencial, por lo que ahora en ese sentido estoy totalmente en paro y el 100% de los ingresos han desaparecido».

Eso sí, el contrabajista es uno de los músicos que, por cese de actividad, al ser autónomo, ha podido solicitar las ayudas institucionales. «El otro día recibí 600 euros, que bueno, si me pongo a pensar que los gastos son cero...», señala, mientras lamenta que otros compañeros, a los que se les llama para actuaciones más esporádicas, ni siquiera han podido adherirse a estas ayudas gubernamentales.

Aún así, Coco Balasch sabe sacarle partido al confinamiento y le ve un lado positivo. «Si nos ponemos a pensar, tengo unos 70 bolos al año y junto a los días que voy a ensayar serán unos 150, con lo que los otros 200 días estoy en casa por lo que ya estoy acostumbrado. Pero además -cuenta-, como ahora no tengo que estar preparando repertorios de los múltiples grupos con los que actúo, tengo una paz que desconocía, y estoy aprovechando para componer, tocar cosas que me gustan, hacer arreglos, poner letras a algunas melodías que tenía, cosas todas ellas que, aunque no se cobren, se disfrutan; por eso ahora, de momento, no echo de menos actuar, aunque me imagino que en un tiempo sí tendré ganas pues creo que la apertura de nuestro sector, como los teatros, etc, va para largo. De hecho, nos están saliendo cosas pero para noviembre», señala.

La reclusión le ha servido pues para retomar proyectos que en otros momentos tuvo que dejar paralizados por su agitada actividad, y aunque no puede dejar de hacer música, no cabe duda que lo hace a otro ritmo, y nunca mejor dicho. De hecho, cuenta que «estoy grabando más que nunca y con gentes que me apetecía y nunca podía hacerlo porque eran imposible quedar, pero ahora los coges a todos en casa. Un ejemplo es mi hermano, que vive en Barcelona. Solo había grabado con él una vez, hace 38 años para una prueba que nos pidió la Belter porque quería oírnos para ficharnos, pero la discográfica se fue abajo y aquello ahí se quedó. Ahora, mira, cada uno desde su casa estamos otra vez grabando juntos y estudiando un nuevo proyecto», cuenta.

Y con cierta ironía, agradece el confinamiento porque le ha ayudado a descubrir, como a muchos otros, nuevas aplicaciones tecnológicas: «Tenía un programa que solo lo he utilizado durante años para componer, y ahora he aprendido que además sirve para grabar y con mucha calidad el instrumento. Es un descubrimiento que me está permitiendo nuevas opciones», apunta Balasch.

Así que, matado el gusanillo profesional de la música, Coco espera que se levante el confinamiento para satisfacer otras pasiones: «salir al monte, lo tengo aquí al lado y me encanta, ahora solo quiero poder volver a ir al monte», concluye.