La crisis económica ha destruido gran parte la industria musical española. Sin embargo, para algunos sectores, como los festivales especializados que mantienen su concepto creativo, el hundimiento ha servido de purga y ha reconducido una situación envenenada por la especulación. Así lo entienden los directores de algunos de estos certámenes, quienes, en una conversación con Efe en la isla tanzana de Zanzíbar, encajan los efectos de la recesión y destacan su efecto estabilizador.

"Hasta hace pocos años, España era el país con más festivales de música por metro cuadrado de toda Europa. Cualquier ayuntamiento quería el suyo y lo programaba sin ninguna coherencia. Los cachés de los artistas se dispararon de una forma inasumible", argumenta Luis Calvo, responsable del Pirineos sur. También estaban los bolos a precios "disparatados" para los grupos famosos en las plazas de los pueblos, por los que los gobiernos locales, cuando sus arcas estaban repletas, llegaban a pagar "hasta 80.000 euros". Cuando las pequeñas salas les ofrecían una quinta parte por su actuación, la carcajada era sonora. "Los que vendían esos grupos a los ayuntamientos no eran promotores, eran mercenarios. Cuanto más caro era el concierto mayor comisión obtenían, y eso hizo que bandas que costaban 5.000 euros ascendieran hasta los 30.000", recuerda Juan Ramón Canovaca, director del Imaginafunk.

BURBUJA ESPAÑOLA En España "algunos grupos se hicieron millonarios dando 20 conciertos al año, mientras que en Europa daban una media de 200 para salir adelante", añade Pedro Melguizo de Etnosur, que este fin de semana participa junto a sus compañeros en la quinta edición de los encuentros de programadores y músicos africanos organizado por Casa África, que se celebra en Zanzíbar.

La competencia fue tan extrema que algunos festivales impusieron cláusulas de actuación única en el país --práctica que algunos mantienen--, y así, España se convirtió en el sueño dorado de los grupos extranjeros. "Hubo un momento en el que había dos tarifas: una para España y otra para el resto de Europa. Los grupos incluso subastaban las actuaciones en nuestro país, y el mercado reventó definitivamente", se queja Luis Calvo, el director de Pirineos sur.

Todo esto está cambiando, y el detonante ha sido la crisis económica ayudada por el incremento del IVA en los espectáculos, que ha hecho desaparecer de un plumazo a los especuladores musicales. "Los promotores que vivían del cuento se han esfumado. Y también están desapareciendo los festivales de los nuevos ricos, los hechos a base de talonario", celebra el director de Canarias Jazz & Más. La calidad y la diferenciación, como en casi todo los sectores, han sido la clave de la supervivencia. "Se han mantenido los que siempre han tenido un grupo de gente defendiendo un proyecto definido, que, al final, es lo que también apoyan las instituciones públicas", agrega el canario. "La crisis lo ha recolocado todo y ahora los criterios son más razonables, pero vamos a seguir teniendo festivales. Es nuestra forma de ser. España es un festival", zanja Ramírez.