Después de que estuviera siete años cerrado, hoy hace una década que, tras una ambiciosa reforma, el Museo Diocesano de Jaca volvía a abrir sus puertas: «El reto era intentar hacer del centro no solo un espacio para iniciados del arte románico o especialistas sino un museo para el público en general, que la gente le perdiera el miedo a ese arte románico que a veces está recubierto de cierto halo de misterio y que parece un poco más complicado y, para ello, mostrar un museo con recursos didácticos, audiovisuales, elementos interactivos y que lo convirtiera en un museo apto para todos los públicos». ¿Se ha cumplido el principal objetivo? Su directora Belén Luque lo tiene claro, «sentimos ese cariño de la gente y es muy bonito ver como la gente viene a felicitarnos porque siente que el museo es algo suyo y cercano».

Algo que está plenamente justificado porque el Museo Diocesano de Jaca guarda una de las mayores colecciones del mundo de pinturas murales del románico, aunque otro de los retos que le queda al centro, tal y como señala Luque, es «conseguir concienciar no solo a nuestro entorno más próximo sino a todos los aragoneses, que tenemos que sentirnos muy orgullosos del arte románico que está representado en este museo. Además no solo es importante por la pintura mural que es lo que le ha dado la fama internacional sino por toda esa serie de capiteles que hemos incorporado a la colección, las rejas románicas o la propia ubicación del museo en el claustro, en el corazón de la catedral, que hay que resaltar que es monumento emblemático del Camino de Santiago».

La joya de la corona de este museo son las pinturas de Bagüés, que se han instalado tal y como estaban en la iglesia de la localidad y se ha reproducido el templo con el mismo tamaño, pero el Museo Diocesano de Jaca cuenta, además, con pinturas de otros lugares como Ruesta, Susín, Navasa, Osia, Urriés o Ipas, entre otros, en una sala contigua (el antiguo refectorio) a la de Bagüés. Como curiosidad, custodiando el espacio donde están las pinturas de Bagüés, está una reja medieval de la ermita de Santa María de Iguázel, «única por todos los motivos que lleva en cada una de las espirales» donde se puede contemplar hasta una cara.

En las estancias contigüas se puede contemplar una buena representación de vírgenes románcias (entre ellas las de Iguázel), pero en el propio claustro por el que se accede al museo (contigüo a la catedral de Jaca) se muestran otros de los grandes atractivos del centro, los capiteles. Especialmente dos, el del sátiro (muchos siglos oculto precisamente por la desnudez) y el del Rey David y los músicos, un trabajo extraordinario en el que se ven un sinfín de instrumentos con una escala precisa.

El centro, con motivo de la efeméride de hoy, incorpora a la colección exhibida el retablo de la ermita de Santiago de Ruesta del siglo XVI que acaba de ser restaurado gracias a una ayuda del Ayuntamiento de Jaca. «Siempre ha mostrado una gran sensibilidad hacia este museo con ayudas a proyectos concretos que nos facilitan mucho la tarea», señala Luque. Además, la restauración siempre se encarga a empresas de la zona.

El Museo Diocesano de Jaca cumple una década (por este motivo, además, la entrada hoy al centro es gratuita y no habrá visitas guiadas, ya que se espera una afluencia elevada) desde que los reyes Felipe y Letizia lo inauguraran, así que la pregunta es obligada. ¿Cuál es el reto al que se enfrenta en el futuro? «Hay mucho trabajo por hacer. Todos los que trabajamos en museos te diremos que es un trabajo apasionante porque no hay fin... Hay que seguir catalogando piezas, restaurando porque cada una de ellas nos permite hacer un nuevo estudio de esa pieza, hacer una tarea de difusión, seguir con la labor didáctica de los niños para concienciarlos de que hay que mantener el patrimonio y conocer la historia, hay que seguir con el tema de difusión y redes sociales... Y algo fundamental para los museos, intentar enriquecer nuestra colección con nuevas piezas que esperemos que vayan llegando a lo largo de todos los años», concluye Belén Luque.

300.000 visitas en diez años

El Museo Diocesano de Jaca culminará los diez años desde su reapertura en torno a las 300.000 visitas, alrededor de 30.000 cada año, «un número razonable», señala la directora Belén Luque. «Nuestro público es mayoritariamente español. Por supuesto, hay mucho aragonés pero también mucha gente de Cataluña, que son grandes amantes del románico. Lo que pasa es que nuestra situación, a 30 kilómetros de la frontera, hace que el público francés sea una parte importante de nuestros visitantes. «De hecho, en 2010, cuando reabrimos, -recuerda Luque- uno de los primeros medios que se puso en contacto con nosotros fue Le Monde. Hizo un reportaje especial con la reapertura y lo tituló Una de las más bellas colecciones de pinturas murales románicas del mundo».

El número de visitas es importante, más si cabe en un museo como el Diocesano de Jaca por todo lo que implican: «El gran reto que se nos planteó hace 10 años fue lograr la autofinanciación. Gracias a cada una de las entradas de nuestros visitantes se pagan los sueldos y los gastos básicos del museo, que en realidad son muchos porque es un centro que requiere de unas condiciones concretas de climatización y humedad», explica Luque, que prosigue: «No podemos dar más que las gracias a los visitantes que tenemos al año. Cada euro de las 300.000 visitas con las que acabaremos esta década de reapertura ha favorecido el mantenimiento del patrimonio». La remodelación sí estuvo sufragada por el obispado, el Gobierno de Aragón, Ibercaja y el Ayuntamiento de Jaca, que también da ayudas concretas para restaurar piezas.