Una historia que une el presente con el pasado. La historia de dos hombres separados por 100 años que huyeron de su vida para poder, precisamente, vivirla. Un relato sobre la redención de un hombre descompuesto y otro al que le descompusieron. Esa es la trama que sustenta el último libro de Joaquín Berges, Los desertores, que presentó ayer a las 20.00 horas en el centro cívico Universidad.

Los desertores es además la primera novela de Berges en la que el escritor ha decidido mezclar dos mundos, el de la realidad y el de la ficción, ya que hasta ahora, en sus seis anteriores obras, «todo lo contado era fruto de la imaginación». «Era un reto personal que quería asumir. Nunca había trabajado con hechos reales», dice el autor, que según cree «las cosas en la literatura han cambiado». Cuando antes primaba la máxima de que «cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia, porque la ficción era un culto a la imaginación», ahora, el lema que impera es que «la realidad supera siempre la ficción». «Hay un debate en torno a esto, sí, por eso lo que yo he hecho es trabajar con los dos elementos a la vez».

¿El motivo de este cambio de paradigma? Berges dice no saberlo, pero sí que tiene una teoría: «Las redes sociales son una especie de crónica de la realidad y en tiempo real. Todo el mundo es capaz de saberlo todo y de ver un vídeo en el que en un hombre que iba caminando por una autovía se ha librado de la muerte después de que le pasaran tres camiones por encima. ¿Cómo vas a competir con eso?, ¿qué vas a contar que sea mejor?».

Dejando de lado los aspectos formales y adentrándose en la historia, el libro cuenta la historia de Jota, un hombre que arrastra el dolor que le causó el abandono de su padre y la enfermedad de su madre. Para su desgracia, además, este personaje, que es la parte «imaginada» de la novela, se enamora de una mujer inaccesible, lo que le causará todavía más desconsuelo. Para tratar de redimirse y quedarse en paz consigo mismo, Jota emprende un viaje que le llevará ante las tumbas de Albert Ingham y Alfred Longshaw, dos jóvenes ingleses que combatieron en la primera guerra mundial y que fueron fusilados por desertar.

La historia de estos dos británicos llegó a los oídos de Berges en el año 2016, cuando se cumplía el centenario de la batalla del Somme. «En aquella guerra, a los jóvenes les prometieron una batalla fácil y de la que volverían convertidos en héroes. Pero la realidad fue otra. En el Somme murieron 600.000 chavales». Este domingo, precisamente, se cumplen 100 años desde que acabara la primera guerra mundial, un conflito, «la abuela de la Europa actual», según Berges, que inspiró al mismísimo Tolkien, que luchó en la contienda, para escribir El señor de los anillos.

Tanto Alfred como Albert decidieron huir de la primera línea de combate, una osadía por la que fueron fusilados. En la lápida de Albert Ingham, el padre de este le homenajeó con unas enigmáticas palabras que recorren todo el libro y que inspiran a Jota en la novela para emprender su viaje de redención. Para escribir esta doble historia, Joaquín Berges decidió viajar hasta la región del Somme, al norte de Francia, para conocer el lugar. Aunque más que decidirlo, tuvo que hacerlo. «Algo que no voy a hacer nunca es documentarme a través de Google Maps. Lo he hecho, lo confieso, pero sobre sitios en los que antes o después he visitado. No podía escribir sobre el Somme sin haber estado allí, y obviamente no podía viajar en el tiempo, pero sí en el espacio».

Fue en el verano de 2017 y, por supuesto, visitó las tumbas de sus protagonistas. «Allí me di cuenta de que no estaba escribiendo sobre personajes, sino sobre personas reales. De pronto, la ficción y la realidad se unieron. Fue muy emocionante».