Al volver de París en 1999 tras aprender junto a Marcel Marceau, un joven Alberto Castrillo-Ferrer se lanzó a producir su primera obra, La Pinta: «Fue un desastre, aprendí todo lo que no se podía hacer en el teatro, fue un fracaso económico». Aprendida la lección, junto a su amigo Iñaki Rikarte que ejerció de director, decidió poner en marcha Ildebrando Biribó (El último Cyrano), de Emmanuel Vaca. Era el año 2002 y Castrillo-Ferrer no se podía ni imaginar que ya nada sería igual. «Ha sido mi bandera y me ha abierto muchas puertas. Es un monólogo que habla del oficio, no solo el teatral, que he representado más de 300 veces y no recuerdo salir de ninguna con mal sabor de boca», explica el actor y director que volverá a representar Ildebrando Biribó el viernes en el Teatro Arbolé de Zaragoza (20.30 horas) en lo que será el primer acto del vigésimo aniversario de la compañía El gato negro.

FIGURA DESAPARECIDA

«Si me preguntáis yo diría que no ha cambiado nada en la obra durante estos 17 años pero al final, todo es la confianza que tienes en que va a funcionar, que vas a estar bien... La experiencia te hace ya adelantarte al público pero en cuanto al texto sigue siendo el mismo. Entiendo, eso sí, que como los vinos, el espectáculo habrá mejorado con los años». El montaje es un homenaje a una figura ya desaparecida, el apuntador «que acabó -reveló el artista de Murillo de Gállego- cuando llegó el auge del tren porque les permitió a las compañías llevar una sola obra a varios sitios y no tener que llevar cuatro o cinco a un solo lugar». De hecho, este viernes en el vestíbulo del propio teatro habrá una pequeña exposición sobre la figura de Ildebrando Biribó, apuntador de la primera representación mundial de Cyrano de Bergerac en 1897.

«El éxito de esta obra nos superó, éramos dos chavales recién salidos de la RESAD (Real Escuela Superior de Arte Dramático) sin que nadie nos conociera y de repente fue todo un éxito que nos colocó en un lugar inesperado. Si hubiéramos sido alguien conocido hubiéramos dado la vuelta al mundo con este espectáculo. Como no lo éramos, hemos hecho temporada en cinco teatros madrileños y no he parado de representarlo desde el 2002, que tampoco está nada mal», afirma Castrillo-Ferrer.

DOS DÉCADAS DE VIDA / Con respecto al vigésimo aniversario de la compañía, cuya sede social está en Murillo de Gállego como guiño a sus orígenes, El gato negro está preparando dos montajes, en uno Castrillo-Ferrer dirigirá a Rafa Blanca, «que hará el papel de un ciclista perdedor, Malabrocca, que inventó la maglia nera (maillot negro) al último clasificado. Se dio cuenta que ser último le daba más dinero que ser tercero así que luchaba por ser último. Es una obra con regusto vintage», asegura el director que también habló de la segunda producción que verá la luz este año, «nuestro proyecto estrella, que se estrenará en noviembre en el Teatro Principal». Se trata de una versión de Per Gynt escrita por la dramaturga Carlota Pérez-Reverte, «es un viaje inicático para acabar volviendo a su tierra donde le espera el amor», afirma Castrillo-Ferrer.

El zaragozano pasa ahora por un momento dulce en su trayectoria ya que está considerado para muchos «el hombre del teatro del momento». Sin embargo, él prefiere ser muy cauto y mantener los pies en el suelo: «Si te digo la verdad, no sé dónde estoy ahora. Sé que soy un apasionado y que tengo mucha pasión por el teatro. Ha habido gente que ha apostado por mí y he respondido, otras veces quizá no tanto, ese es el riesgo... La ventaja es que cuando tienes una pasión, no cuentas las horas, no escatimas en nada y yo tengo la suerte de que me dura la pasión», reflexiona el artista que sí que tiene claro que «evidentemente, no resisto la comparación con los grandes como Carles Alfaro, Mario Gas, Sanzol... El arte y el público te bajan enseguida a la tierra».

El vigésimo aniversario de El gato negro también traerá un libro sobre la trayectoria de la compañía y un momento emotivo por tener que ver con las raíces: «Tendré que hacer algo en Murillo de Gállego. Mis dos monólogos ya los he hecho así que igual llevo una de las obras de teatro y la representamos allí», concluye Alberto Castrillo-Ferrer que volverá a ser Ildebrando Biribó el viernes en Arbolé, «uno de los pocos teatros en los que todavía no lo he representado». Las entradas cuestan 12 euros si se compran de manera anticipada y 15 euros en taquilla.