Francisco Sánchez Gómez (Algeciras, 1947), el más universal de los flamencos, recibe hoy el Príncipe de Asturias con más duende de la historia de estos premios. Paco de Lucía es el genio de las seis cuerdas, y toda la variedad de matices de la que es capaz la música se halla en los dedos de sus manos. Y en su mente. "Siempre busco algo nuevo que decir, la sorpresa, huir de los lugares comunes. Pero admito que la destreza de los dedos es atractiva. A veces la utilizo para lograr un aplauso seguro", dijo ayer en Oviedo, en uno de sus escasos encuentros con la prensa.

"Es normal que un chaval joven quiera correr con la guitarra. Cuando tenemos 20 años nos creemos supermán, pero con el tiempo te interesa algo más profundo", insistió, cigarro en mano y sobreponiéndose a su habitual timidez. De Lucía explicó que cuando se supo distinguido con este galardón se alegró de que "un arte tan maltratado como el flamenco" tuviera el "reconocimiento institucional" que se merece.

"Conozco a infinidad de músicos con un gran nivel que no tienen trabajo. Que abren su nevera y da penica verla --se quejó--. En España se siente vergüenza de los flamencos, quizá por su vinculación a un pueblo marginal y pobre como Andalucía. Por esto es tan importante este reconocimiento. El flamenco nunca ha ido a la escuela, pero sabe más que nadie de emoción".

Paco de Lucía, con sólo 12 años, se fue de gira a Estados Unidos, primero con el ballet de José Greco y luego en solitario. Su permanente inquietud innovadora le granjeó los reproches de los vigilantes de la ortodoxia a ultranza. Pero De Lucía hizo oídos sordos y comenzó a afinar acordes que no eran los habituales en un mundo sonoro limitado. ¿Su próxima revolución, maestro?. "Qué más quisiera yo... Nunca planifico nada. Vivo al día y nunca sé lo que va a pasar. Alguien dijo que el arte es un 10% de inspiración y un 90 de transpiración: trabajo y trabajo".

También en términos de porcentaje aclaró que este premio lo comparte al 65% con su admirado Camarón de la Isla.