La cultura ha vuelto a salir a la calle porque “sigue esperando soluciones” por parte de los gobernantes y, en esta ocasión, la Plataforma en defensa de las artes escénicas se ha sumado a una convocatoria nacional, para, en un acto cargado de simbolismo y en la principal plaza de la ciudad, la del Pilar, tratar de llamar la atención de la ciudadanía y las instituciones porque “la cultura no es una frivolidad, un capricho o un elemento secundario de nuestra vida; es un derecho, patrimonio, trabajo, salud, identidad, criterio y la base sobre la que se construye nuestra sociedad”.

Alrededor de 200 personas han esperado agazapadas, casi como distraídas y vestidas mayoritariamente de negro, a que empezara a sonar el Angelus en la basílica del Pilar para empezar a ocupar el espacio público y reivindicar su utilidad. Mantiendo la distancia social y con mascarillas se han sentado pacientemente dentro de un círculo pintado con tiza a esperar. A esperar respuestas que no llegan ni ayudas. Así lo han reclamado en el manifiesto que ha leído la actriz Minerva Arbués: “Tenemos la certeza de que las artes y la cultura deben tomar un importante papel en la recuperación vital de nuestra comunidad”, señala un manifiesto (el mismo se ha leído en todas las concentraciones españolas), que prosigue: “ Las personas que trabajamos en la cultura estamos enfadadas, estamos en riesgo, estamos en una situación de precariedad alarmante, pero tenemos mucho que aportar y queremos hacerlo. Con recursos como la imaginación, la versatilidad y la resolución, somos capaces de generar dinámicas para enriquecer nuestro tejido social. Podemos y queremos incidir en procesos de restablecimiento creativos en aspectos de salud (física y mental), educación, convivencia, medio-ambiente...”.

Para entonces ya muchos curiosos se habían acercado a la concentración y escuchaban con atención el mensaje, que concluye de manera directa: “Estamos viviendo un momento decisivo, donde las acciones que se emprendan determinarán nuestro futuro. Es tiempo de cuidar lo que somos y lo que queremos ser, de proteger nuestra cultura y fortalecer su presencia y su valor en nuestros municipios. Si no lo hacemos podemos acabar viviendo en la concha de un molusco muerto, donde solo puede oírse el eco del vacío. Por muy poético que sea pensar que lo que oímos es el mar no es así, lo que se oye es la ausencia de un ser que ya no está”.