Hay ocasiones --algunas-- en que los Oscar son mucho más que unos premios de cine. La 86ª edición, celebrada el domingo, fue una de ellas. Al entregar la estatuilla de mejor película a 12 años de esclavitud, los académicos dieron por primera vez el Oscar definitivo a un trabajo dirigido por un cineasta negro, el británico Steve McQueen. Cinco años después de que el primer presidente negro, Barack Obama, llegara a la Casa Blanca, el domingo hubo otro hito en Hollywood. Y 75 años después de que Lo que el viento se llevó ganara esa misma estatuilla, se encumbró un retrato diametralmente opuesto de la cruenta historia de la esclavitud, 400 años de privación de libertad y torturas que durante décadas Hollywood ha mirado, como mucho, de reojo.

La industria declaró llegado el momento de mirar de frente, con todo el poder artístico de un cine impecable pero sin ningún escudo, a un espejo que a veces refleja lo que no se quiere o duele ver. Y tras el Oscar quizá EEUU se anime a ir a ver una película que fuera ha recaudado casi el doble (90 millones de dólares) que en casa (50).

"Quizá, obviamente, antes era doloroso, pero creo que la gente está lista para esta narrativa", decía tras el escenario McQueen, que en una entrevista en este diario con Nando Salvà explicó que su condición de británico no le diferencia de los descendientes de esclavos estadounidenses ("su barco giró a la izquierda y el mío a la derecha").

EN BUSCA DE LA IGUALDAD Un año después de que Django desencadenado abordara el doloroso tema desde el género del spaghetti-wéstern, llevando a Quentin Tarantino al Oscar por el mejor guion, 12 años de esclavitud ha retado a los estadounidenses de otra forma, rompiendo también la narrativa tradicional del "sueño americano", ese de la movilidad.

Frente a la historia habitual del esclavo que se libera, la de Solomon Northup es la de un hombre libre que pierde esa libertad. Y por eso hay un mensaje que va más allá de la raza, como recordaba el domingo Brad Pitt, la megaestrella de Hollywood que ha producido la película. "Ojalá sirva como recordatorio de que todos somos iguales y queremos lo mismo, dignidad y oportunidad para nosotros y nuestras familias. La libertad de otros es tan importante como la nuestra propia».

12 años de esclavitud es, sin duda, ese recordatorio de la frágil naturaleza de la libertad en cualquier sociedad. Es el clamor que lanzó McQueen: «Todo el mundo merece no solo sobrevivir, sino vivir». En palabras de Pitt, «es importante entender nuestra historia no por ningún tipo de culpa, sino porque entendiendo quiénes fuimos podemos entender mejor quiénes somos; porqué tenemos los problemas o éxitos que tenemos hoy y, más importante, quiénes vamos a ser».

MIEDOS Y LOGROS / El triunfo en los Oscar, por delante de la otra gran ganadora de la noche, Gravity, del mexicano Alfonso Cuarón, no elimina todos los temores, como el que mostró John Ridley, premiado con el Oscar por adaptar en el guion las memorias publicadas por Northup en 1853: «Mi miedo es que la gente salga de ver la película y piense que eso es el pasado, que se digan `gracias a Dios esos ya no somos nosotros'. Espero que la gente, si siente algo, piense en el mundo en que vivimos en este momento». Ahí estaba el recordatorio, que McQueen hizo también sobre el escenario, de «los 21 millones que aún hoy sufren la esclavitud». Y ahí estaba la realidad de una herencia teñida de opresión a una raza que no es fácil dar por superada.

Basta pensar en confesiones que hace unos días realizaba Lupita Nyong'o, Oscar a la mejor actriz de reparto por su interpretación de la brutalizada esclava Patsey. En una fiesta de Essence, recordó su infancia, en la que se sentía «no bella. Ponía la televisión y solo veía pieles pálidas. Se burlaban de mí por mi piel». Ella encontró a la supermodelo Alek Wek, a Oprah Winfrey y a sumadre, igual que a ella la encontró otra joven, que le escribió una cara. «Iba a comprar una crema para aclarar mi piel cuando apareciste y me salvaste», le decía. En la gala de los Oscar, comenzó a vislumbrarse la igualdad.