-Vuelve a Zaragoza. Imanol Arias comentó hace poco que cuando vinieron a grabar Un país para comérselo a nuestra ciudad casi no salen enteros.

-Afortunadamente después de aquella vez he vuelto bastante. Fue de las cosas más divertidas que yo he vivido en mi vida. Esos días que estuvimos por el Tubo arriba y abajo todo el día fueron maravillosos.

-Ahora viene con Rojo, en la que interpreta a Rothko, con un texto de John Logan. ¿Cómo llegó esta obra a sus manos?

-Este texto llegó a mis manos hace ya siete años y la verdad es que entonces no era el momento. Estaba comprometido en otros asuntos y no lo pude encajar. Después de hacer Los sueños de Quevedo con Gerardo Vera vimos que el siguiente proyecto podría ser este y pensamos en Ricardo Gómez para interpretar a Ken, el otro personaje de la obra, y él estaba interesado. La cosa es que Gerardo iba a ser el que iba a dirigir la obra, pero al final no pudo y me puse yo al frente. Comenzamos en septiembre y hasta hoy.

-Dirige y protagoniza. Este proyecto ha de ser muy importante para usted a nivel personal.

-Enormemente importante, sí y no solo para mi ego sino para mi propia vida. Este proyecto lo estoy haciendo justo cuando sé que tengo que hacerlo y además estoy en la edad del personaje. Todas estas coincidencias hacen que la obra se convierta en un momento de creación maravilloso.

-¿Qué tal el reencuentro con Ricardo Gómez?

-Genial. Nosotros hemos trabajado juntos en televisión, en Cuéntame, desde que Ricardo tenía seis años. Es un tipo al que le he visto en todas las etapas de su vida y él hoy es todo un señor, con su carrera, sus proyectos y su nombre. Pero, aun así, para mí ha sido sorprendente porque aunque trabajáramos en la misma serie no coincidíamos apenas en la misma trama. Hasta ahora yo le conocía más como hombre que como actor, pero haciendo Rojo su calidad interpretativa me está dejando maravillado.

-Usted en la función hace de Mark Rothko, un pintor que se encuentra haciendo un encargo para unos grandes almacenes. Arte al servicio del mercado. ¿Usted ha tenido que plegarse al dinero alguna vez?

-Bueno, no es lo mismo la América de los años 50 que lo que es ahora España. Hoy en día es muy difícil mantener una integridad de principios y no sucumbir al mercado. Sobre todo a las personas que no les queda más remedio porque tienen que vivir de algo. El problema surge cuando alguien que tiene oportunidad de decidir se decanta por el mercantilismo más allá de la creación, de la independencia y de la identidad. Y Rothko hizo eso último.

-¿Cómo era este artista?

-El quería trascender. Tenía una personalidad psicótica al extremo, lo que le convertía en uno de los hombres más despreciables del mundo. En Rojo al final se habla de personas, no de capítulos de la historia del arte.

-Ken, en la obra, representa a toda una generación de pintores que abanderaron un nuevo movimiento, el pop art, al que Rothko temía por si eclipsaba su legado. ¿Usted teme a los que vienen detrás?

-Todo lo contrario. Ellos son el maná. Yo cuando me puedo sentar en una mesa donde hay cuatro actores de la generación de Ricardo, por ejemplo, que es una de las generaciones más interesantes que han aparecido en los últimos años, yo pongo mi grabadora mental y les escucho atentamente.

-¿La cultura es cultura si no da lugar a la reflexión?

-Alguien dijo una vez, no recuerdo quien, que la cultura es todo aquello que no nos hace preguntarnos para qué sirve la cultura. La cultura tiene que ser cultura, tiene que querer que seamos mejores cada día. En todos los sentidos. La cultura es el movimiento hacia la mejora del ser humano y hacia todo lo que tiene alrededor. Sin cultura es imposible pensar más allá. El problema es entender la cultura solo como un espectáculo. El entretenimiento es cultura cuando sus contenidos entran en esa dinámica de la existencia y la reflexión. Si no es solamente entretenimiento. ¿Es malo eso? No. Pero no es cultura.

-¿De dónde vendrá la renovación del teatro? ¿Acabará sometido por el entretenimiento como la televisión y, en parte, el cine?

-El teatro está empezando a ser necesario para mucha gente que tiene su parcela de entretenimiento satisfecha. Al teatro se va a ver cosas importantes, cosas que generen emociones, que sorprendan. Cada vez se valora más la calidad, porque al igual que la generación de los actores jóvenes es muy interesante, la generación de los espectadores jóvenes es muy interesante.