Kabir Bedi, el mítico Sandokán televisivo de los años setenta, sorteó todos los peligros cuando se hizo a la mar como pirata, pero también escapó indemne de las fauces de un personaje que a punto estuvo de convertirle en estatua de sal y del que pudo sobrevivir «con el paso del tiempo».

«Después del monumental éxito que tuve en España, Francia e Italia, tuve muy claro que en Europa no me darían un papel diferente al de Sandokán», reflexionaba ayer en Valladolid Kabir Bedi (Bombay, 1946), donde recogió una Espiga de Honor de la 61ª Semana Internacional de Cine (Seminci).

Para zafarse del mito saturnal, del personaje que devora a su propio hijo, «tenía dos opciones: regresar a Bollywood o acudir a Hollywood», y optó por la segunda senda para escapase de la fama que le había procurado la serie televisiva Sandokán, doce capítulos emitidos a mediados de los años setenta, dirigida por Sergio Sollima y basados en las novelas de Emilio Salgari (1862-1911).

Perfectamente reconocible, con la barba que le hizo popular y el gesto pícaro y suficiente del victorioso perpetuo, Bedi ha recordado su paso en Estados Unidos por pruebas cinematográficas en competencia con actores consagrados como él pero también en ciernes, «una lección de humildad», definió.

Participó en Octopussy, de la saga de James Bond, también en la serie televisiva Belleza y poder y de este modo «el encasillamiento desapareció con el paso del tiempo», comentó en una rueda de prensa junto al productor Bobby Bedi, quien también recogió otra Espiga de Honor.

Kabir Bedi fue el primer actor indio conocido en España, el mito de toda una generación de adolescentes en numerosos países, y ha trabajado en tres continentes (Europa, Asia y América) con el brillo de una estrella reconocida tanto en Bollywood como en Hollywood. H