A Immanuel Kant (Königsberg, en la actualidad Kaliningrado, 1724 --1804) le gustaban los contrastes. Por ejemplo, él escribió, en sus Observaciones sobre lo bello y lo sublime (1764), que los españoles eran "serios, callados y veraces", pero, por otra parte, también orgullosos, duros, crueles, extravagantes y arrogantes en el sentido del honor. Estos contrastes son simples minucias si los comparamos con las grandes tensiones metafísicas. En el corazón de sus críticas se encuentran dilemas como: ¿tiene principio el mundo o no lo tiene? ¿Somos libres o estamos determinados por la naturaleza? Kant, navegante en los océanos de la mente, pasaba una y otra vez entre el sí y el no, entre Escila y Caribdis. Las dos caras le atraían y no sabía cuál besar (por eso, quizá, se quedó soltero). En el bicentenario de su muerte, que se celebró ayer, un somero análisis de algunos de los conceptos clave de su filosofía sirve para dilucidar qué queda de Kant, filósofo prendado de los antagonismos, en las sociedades contemporáneas.

A PRIORI Desde Platón se discute si el mundo entra en nosotros a través de los sentidos, o bien nosotros nos acercamos a él con un mapa orientador que de antemano hemos confeccionado. Kant defiende lo segundo. Los siglos XIX y XX se alejaron de Kant y se entusiasmaron por los hechos concretos (positivismo). Pero fenómenos del siglo XX como los campos de concentración y la bomba atómica nos han puesto en guardia contra el peligro de los hechos. ¿Quién nos puede orientar?

LA RAZON Sin la actividad de la razón los robots americanos no estarían en Marte. Nada es tan humano como la curiosidad. Queremos saber mucho y ordenar lo conocido. Kant atribuye a la razón la actividad que lucha por obtener una totalidad ordenada del saber. La razón no aporta conocimiento, pero lo dirige, y a su vez engrandece al hombre, a quien le abre el ámbito de lo religioso, de lo sublime, de las ideas. Hoy, época de parcelas, se habla de crisis de la razón, puesto que el hombre no encuentra una unidad del saber, ni una meta que oriente sus pasos. Las naves espaciales llegan cada vez más lejos, pero nuestra razón es cada vez menos capaz de encontrar profundidades en el universo.

ILUSTRACION Kant se adhirió al movimiento ilustrado. A su juicio, el propósito de la Ilustración es sacar a los hombres de la minoría de edad y conducirlos a pensar por sí mismos. La Revolución Francesa, que Kant sistematiza en su filosofía, prosperó en el suelo de la Ilustración. La propaganda masiva, los partidos políticos, el sistema, el mercado y el microondas nos lo dan hoy todo cocinado y servido. ¿Para qué pensar?

LIBERTAD Kant distingue un doble estrato en el hombre: el sensible (cuerpo, relación con el mundo...) y el suprasensible. En el primero estamos determinados por causas necesarias. A la inversa, en el estrato suprasensible, en el de la experiencia íntima de nosotros mismos, nos sentimos libres, superiores al mundo y a los impulsos corporales. Se da hoy una fuerte tendencia a considerarnos como máquinas que obedecen a estímulos externos. Pero, por otra parte, ¿qué juez aplica el Código Penal sin reflexionar sobre el grado de libertad del delincuente? ¡Pobres jueces!: están metidos sin pensarlo en las paradojas de Kant.

RELIGION Para Kant, la religión es buena si despierta en nosotros el sentido moral. Los dogmas se subordinan a ese fin. El afirma la existencia de Dios y la inmortalidad del alma para dar consistencia a la virtud. Sostiene a su vez que la decisión acerca de si una religión es verdadera o falsa corresponde a la razón y no a la Iglesia. Por ello los kantianos (éticos) de nuestra época siguen enfrascados en la pelea con los obispos. ¿Por qué motivo? Por la primacía de la religión o de la ética en la enseñanza media.

DESINTERES Una acción es desinteresada cuando no obedece a motivos individuales, en concreto al placer sensible. Lo desinteresado es decisivo en la moral, en la estética y en los juegos sociales. Nuestro tiempo está lejos de Kant, pues se halla sumergido en el egoísmo y en el disfrute sensible. Vivimos entre masas, pero no en sociedad. El desinterés une, el interés separa. El lazo del capital no es capaz de provocar el abrazo de la razón y del sentimiento.

INMORTAL En el siglo XIX, Hegel y Nietszche descargaron sus iras contra Kant, pero a pesar de las heridas recibidas su alma infunde aliento al neokantismo en los albores del siglo XX y sus críticas fluyen en títulos conmemorativos: Crítica de la experiencia pura (1888-1890), de Richard Avenarius, Crítica de la razón instrumental (1947), de Max Horkheimer, Crítica de la razón cínica (1983), de Peter Sloterdijk, y Crítica de la razón indolente (2000), de Boaventura de Sousa Santos. Es decir, siguen tan vivas como en su pluma las dos grandes preguntas: ¿qué es la razón?, ¿cuáles son sus límites?

Catedrático de Filosofía enla Universidad Autónoma de Barcelona.