"Víctor tenía que haber estado cantando aquí junto a los otros cantautores. Pero llevamos 30 años desde su muerte trabajando para que su voz no se calle". Joan, la viuda de Víctor Jara, fue la invitada del Ayuntamiento de Zaragoza para anunciar ayer, junto a Rosa Borraz, el ciclo Con la voz y la palabra sobre los cantautores en la época de la transición.

En esa recuperación de la memoria trabaja aún esta bailarina británica que en los primeros años 60 conoció en Santiago a un Víctor Jara que estudiaba dirección teatral y cantaba en un conjunto: "Sus primeras letras hablaban de su familia y de la pobreza. Más que la protesta, le interesaba crear un movimiento de canto popular y social".

Joan recordaba ayer Víctor no olvidó nunca las raíces campesinas de emigrantes a un suburbio. Ella presenció sus actuaciones en pueblos pequeños donde él era capaz de comunicarse con los niños que estaban sentados delante y hacerles reir o jugar, y su intimismo en los recitales multitudinarios: "Era extrovertido e introvertido a la vez", dijo.

FULGOR Y MUERTE

Durante los tres años de la Unidad Popular de Allende, Víctor Jara impregnó sus canciones de esperanza: "Vivió esa ilusión, esa fuerza de unidad de lucha tan positiva. Tuvo la suerte de vivir en una época en la que la juventud tenía una meta".

A una pregunta directa, Joan relató con emoción la mañana de aquel 11 de septiembre en la que él iba a actuar en la Universidad Técnica en la apertura de una exposición sobre el fascismo a la que iba a asistir Allende: "Ya habían empezado los movimientos de tropas. Se sabía lo que estaba empezando a pasar. Pero se fue porque había una llamada de los sindicatos a que cada uno fuera a su lugar de trabajo a defender al Gobierno. Ahí nos despedimos sin saber que lo hacíamos para siempre."

En su libro traducido a 13 idiomas, Joan describe cómo en silencio vertió nuestra última lata de gasolina, reservada para una emergencia como aquella, en el depósito del coche , antes de salir hacia su detención y su muerte. Y ya el silencio. "Yo me quedé todos esos días en la casa con mis tres hijas. Y una semana después me llevaron a reconocer en secreto el cuerpo de Víctor en la morgue de Santiago".

Ella salvó la vida gracias a su pasaporte británico. Durante años dio clase de danza para sobrevivir y acudió allá donde le llamaban para hablar de lo que sucedía en Chile. En 1983 el Gobierno de Patricio Alwin le concedió una pensión como a tantas otras viudas y mujeres de desaparecidos. En principio no aceptó , pero luego destinó esos fondos para iniciar la Fundación Víctor Jara.

No sólo conserva las partituras y poemas y todo el contexto histórico donde se crearon, "las cosas que saqué cuando salí en 1973 con mis tres hijas" junto a la memoria de la solidaridad internacional tras el golpe. Impulsa la cultura indígena y "la expresión de la gente que lucha".