La edad, la religión y la maternidad han cambiado a Madonna, pero después de 20 años en activo sigue siendo una estrella indiscutible del pop. Una vez más, lo volvió a demostrar el sábado por la noche en la ciudad inglesa de Manchester, donde dio comienzo su gira europea. Una gira llamada Re-invention que la llevará después a Londres, París y Lisboa, y en la que la cantante muestra una faceta más intimista y comprometida, menos golfa y provocadora. Madonna ya no utiliza sus dedos para simular que se masturba en el escenario; ahora hace con ellos el símbolo de la paz.

Entre el heterogéneo público abundaban sobre todo grupos de gays y treintañeras con sombreros de vaquero de color rosa, pero también se podían ver cincuentonas con sus maridos, familias enteras y bastantes fans solos que no habían encontrado ningún amigo que estuviera dispuesto a pagar el desorbitado precio de las entradas, que costaban entre 75 y 150 libras.

BROADWAY Y CIRCO

Ocho bailarines y cinco músicos acompañaron a la cantante en un concierto que estéticamente parece una mezcla de espectáculo de Broadway y el Cirque du Soleil, con toques de una instalación del artista Bill Viola y una clase de pilates. Durante el espectáculo, algo incoherente pero técnicamente perfecto, la cantante intercaló piezas de su último disco, American life , con otras de Music y Ray of light , y con muchos clásicos como Like a prayer y Holiday .

La primera canción de la noche fue Vogue . En ella, Madonna desplegó sus habilidades con el yoga y demostró que, aunque hoy cumple 46 años, está en plena forma. Con botas altas y un corsé, la Ciccone dio la bienvenida a un público entregado que no paró de jalearla durante las dos horas de concierto.

En la primera parte, mostró su faceta más comprometida con una situación mundial de caos y confusión. Con imágenes de fondo de helicópteros de guerra y bombardeos, la cantante, vestida de soldado, cantó Frozen junto a unos bailarines vestidos con burka y disfraces de monja, de cardenal y de árabe.

Más tarde, el escenario se vistió con la estética del circo. Rodeada de trapecistas, patinadores y artistas de cabaret, la cantante interpretó piezas como Holywood e hizo apología de la reinvención, su principal arma para mantenerse como reina del pop durante dos décadas. A partir de ese momento comenzó la parte más intimista, en la que las referencias religiosas fueron constantes. Tras interpretar el tema Laments , del musical Evita , sentada en una silla eléctrica, Madonna cantó Like a prayer rodeada de simbología de la Cábala, culto del que es ferviente seguidora y que promociona en cuanto tiene ocasión.

Inmediatamente, llegó el momento que más descolocó a sus seguidores: una interpretación del Imagine de John lennon mientras una pantalla ofrecía imágenes de niños víctimas de conflictos bélicos.

En la recta final, Madonna y sus bailarines aparecieron vistiendo el típico kilt escocés y camisetas en la que se podía leer: Los británicos lo hacen mejor . Como fin de fiesta, el Manchester Arena se convirtió en una gran discoteca, con bola de espejos incluida, y el publicó bailó enloquecido Holiday . Dos horas de espectáculo total que dejaron a sus fans más que satisfechos y que demostraron que pasan los años y Madonna se sigue reinventando sin perder un ápice de dignidad.