Un ser humano. Bob Dylan se presenta como tal en el primer volumen de su autobiografía, Chronicles , un libro donde renuncia al lenguaje enigmático de sus canciones y dice las cosas bien claritas. "Mi sueño más profundo era una vida ordenada, una casa con árboles, un cercado blanco y rosas en el jardín. Pescar, fiestas de cumpleaños, excursiones, llevar a mis hijos al colegio... Ser feliz con los míos. Sólo me importaba eso. Incluso cuando mataron a Kennedy, Luther King o Malcolm X, no los veía como líderes, sino como padres que dejaban una familia".

Lo intentó en la segunda mitad de los 60 comprando una casa de campo en Woodstock, pero fue imposible. "Los fans subían por el tejado, acampaban frente a mi casa, me acosaban día y noche. Mis hijos no podían salir y acababan jugando al baloncesto en la cocina. Mi casa era tan caótica dentro como fuera. Un amigo me pasó un par de Colt y me hice con un Winchester. Habría quemado a esos tipos", llega a escribir. Pero Dylan no culpa a los fans --"los músicos saben que mis letras son juegos, pero la gente no"-- sino a la voracidad de la prensa.

"Era absurdo. No tenía nada en común con una generación a la que no conocía y de la que se suponía era el portavoz. Pero la prensa me llamaba leyenda, icono, enigma, profeta, mesías, Zar de la Disidencia, Arzobispo de la Anarquía, Duque de la Desobediencia... Buda vestido a la Europea, era mi favorita. ¿De qué demonios hablaban? Tony Curtis me dijo que la fama es una ocupación en sí misma".

Cuando comprendió lo que Curtis le decía, intentó desprenderse de la fama, tarea que aún hoy en día le mantiene ocupado. "El trabajo del novelista Herman Melville fue olvidado tras escribir Mobby Dick. Entonces pensé que si los críticos despreciaban mi trabajo, la gente me olvidaría. Y me puse manos a la obra, cambiando mi voz, cantando a la vida hogareña y grabando un disco country". Tampoco funcionó. El ojo público ya nunca se olvidaría del autor de las viejas canciones. "Ahora sé que no escribiré nunca canciones tan originales e influyentes, pero me da igual", subraya el músico.

La gran verdad ha sido revelada. Pero quien espere soluciones al gran jeroglífico dylaniano se verá defraudado. La gran verdad es que Dylan no es más que un ser humano. "Al principio iba en una alfombra mágica. Pero la creatividad tiene mucho que ver con la observación y la imaginación. Si alguno de esos elementos se pierde, no funciona. Y para mí ya es imposible observar sin ser observado". Dado que tampoco puede echar raíces, prefiere el movimiento, ir de gira. "Soy como una montaña andante", resume el cantante.