No se esconde y asegura que no le interesa «ni proteger ni compadecer» a sus personajes sino «acompañarlos, mirarlos y saber lo que hacen» para después plasmarlo en su literatura. Y es de esa contemplación de «las cicatrices» de donde surge La memoria donde ardía (Páginas de espuma), un libro de 19 relatos breves que supone su debut en España y que ayer presentó en la librería Cálamo de Zaragoza.

Un compendio de relatos breves que giran alrededor de la supervivencia tal y como señala su propia autora: «Es el hilo conductor de todos los cuentos, ver cómo sobreviven los que han tenido distintas pérdidas y que se han enfrentado a distintas mutilaciones vitales. Y cuando digo enfrentan no quisiera que se entendiera que responden con actitudes heroicas y valientes, no. Es otra cosa, se trata de observar la decisión de la gente que se queda todos los días a pesar de lo mucho que pierde porque me gusta esa posibilidad de explorar en esas vidas, no hay mirada más bella que la de los sobrevivientes».

Pero, ¿de dónde le viene a Socorro Venegas esa pasión por observar ese límite? «Tiene mucho que ver con mi propia biografía, con experiencias mías, por supuesto, sin que quisiera que se entendiera que hay algo testimonial allí. Si yo quisiera eso trabajaría con otro registro pero tuve un hermano que murió de leucemia a los 9 años y vivimos una catástrofe dentro de una familia que hace que todo estalle, que a todo nos convierta en personas diferentes, es una mutilación colectiva». De ahí precisamente nació Los aposentos del aire. «Ese es el tipo de duelo que exploro pero también está esa mujer que habla de un matrimonio ya sin amor y que finalmente decide terminar. ¿Qué hay detrás de esa decisión? ¿Cómo la va tramando en el sentido de cómo va tejiendo los hilos de una decisión que tanto trabajo le ha costado tomar pero a la que tiene necesariamente que llegar?», expresa alegremente una Socorro Venegas que tiene una curiosa relación con Goya. De hecho, ya en la primera página de La memoria donde ardía se alude a ella: «Hace más de 20 años que vi las Pinturas negras de Goya y quedé completamente obsesionada con ese trabajo de su época más oscura y fue muy curioso porque, precisamente, en la etapa más oscura de mi vida necesité esas pinturas para ir interpretando mis propias pérdidas y poder escribirlas», confiesa la escritora mexicana, quien reivindica la relación entre el dolor y la belleza: «Hay mucha de ella en las heridas de quienes se quedan, de quienes no dan el salto al vacío o al pozo... Hay oportunidades que no pueden ver inicialmente pero las hay y hay que devolverle la mirada a la vida sin estoicismos. No se trata de tomar grandes decisiones sino de una actitud de afirmación ante lo que está sucediendo y la literatura ocurre siguiéndole los pasos a esos sobrevivientes, hacia dónde van, cómo es ese paso que dan… En El coloso y la luna hay un alcohólico que no puede vivir de otra manera y aunque haya una niña necesitando mucho de su padre no puede evitar eso que es. Y es ahí donde tiene que estar la mirada de un escritor, en la contemplación y la interpretación».

MATERNIDAD E IDENTIDAD / Y en ese mirar, Socorro Venegas centra su mirada en la maternidad: «Siempre se piensa que la metamorfosis le pertenece solo al hijo y yo lo que quise es apropiarme de la metamorfosis para la madre, pensar que ella también se está transformando en alguien distinto. Mi pregunta es ¿qué pasaría si no se contempla ese ciclo, si la metamorfosis del bebé si llega a término pero la de ella no? ¿Qué pasaría si no termina por desarrollar los instintos necesarios y no queda habilitada como madre cuando ya tiene que estar lista? Esa es mi exploración, ver qué sucede y ver también qué pasaría si hay un hombre que quiere desplazarla por completo, relevarla de cualquier papel en el núcleo familiar...», afirma la escritora, que no duda de dónde vienen estas referencias: «El patriarcado está detrás y no puede no estarlo porque es la sociedad en la que crecí, en la que yo misma me convertí en madre», afirma con rotundidad antes de concluir: «No tenía ganas de cruzar el charco sino de publicar en Páginas de espuma».