Contar toda tu vida hasta el más mínimo detalle y sin tapujos. Guiarse por el precepto de ser honesto hasta la crueldad, sin pensar --porque la necesidad de escribir es más importante que las normas sociales-- el daño que se pueda hacer a los demás, a aquellos que en mayor o menor medida han intervenido en tu vida. El noruego Karl Ove Knausg-rd (Oslo, 1968) ha vertido de esa manera su existencia en seis gruesos volúmenes y en más de 3.000 páginas. Estuvo en Barcelona hace año y medio para presentar el primero, La muerte del padre, y ahora ha regresado con el segundo, Un hombre enamorado (Anagrama). En el ínterin, la fama de este escritor se ha multiplicado exponencialmente hasta hacer de él la gran estrella de la literatura escandinava, para bien o para mal.

Para bien, porque autores como Johathan Lethem, Jeffrey Eugenides y Zadie Smith se han deshecho en elogios. Y para mal, porque las consecuencias de no mostrar la menor discreción con su vida le han convertido en carne de polémica y de programas de cotilleo.

Líos con la familia

La venta de medio millón de ejemplares en un país de cinco millones de habitantes significa que Knausg-rd es posiblemente uno de los más famosos autores noruegos vivos. Imposible esconderse. Hoy la familia paterna del escritor no se habla con él después de exigir que todos los nombres reales del libro fuesen cambiados, y todo porque relató los desagradables pormenores del alcoholismo de su padre, que siguió, al parecer, una tradición familiar porque la abuela no iba a la zaga en la ingesta y él mismo confiesa tener que controlarse en ese tema. Su primera esposa tampoco tuvo el menor reparo en sacar partido mediático al escándalo en un programa de radio. La sinceridad de los libros, reunidos bajo el irónico epígrafe de Mi lucha (hay que echarle narices para titularlo así), supuso también un varapalo a su actual matrimonio con Linda, la madre de sus hijos, aunque por fortuna la crisis hoy esté superada.

¿Qué es lo que cuenta el escritor? La miserable vida cotidiana, la dificultad de mantener una vocación cambiando pañales y paseando cochecitos de bebé. "Vivo de escribir cada cosa penosa, por pequeña que sea, a la que me he visto expuesto", ha escrito. En el segundo volumen de esta saga, el autor toma la decisión de abandonar a su primera esposa y marcharse a Suecia, donde se reencuentra con Linda.

"Es fácil escribir todo esto pero mucho más complicado hablar de ello. Cuando lo escribía tenía la sensación de que la literatura me protegía, no has de ser tan cuidadoso cuando hablas", dice a los periodistas. Asegura que, en los pocos momentos en los que se puso a pensar en los lectores, creía que aquello no iba a interesar a nadie. "Porque lo que se relata no es nada extraordinario. Y aunque se me ha acusado de haber hecho esto por dinero o fama, es absolutamente falso porque cuando escribía estaba muy lejos de imaginar la repercusión del libro".

¿Qué lo llevó a abordar una tarea que ha acabado fascinando a tantos lectores? La universal crisis de los 40 que intentó salvar escribiendo. "Quería contestar a la gran pregunta, cómo he llegado hasta aquí, cuando, a pesar de tener esposa e hijos, no te sientes capaz de apreciar tu propia vida". Y respecto al obsesivo detalle de su escritura, no suele tomar notas o quemó el diario de juventud que llevaba. "Es verdad que tengo mucha memoria visual, pero la idea es hablar de cada episodio de mi vida valiéndome de la memoria, siendo muy consciente de lo frágil y errónea que es. Eso facilita su transformación en literatura".

Haber escalado ese tremendo Everest de la autoficción que es Mi lucha podía haberle dejado fuera de juego para el futuro una vez culminado el esfuerzo. "Hay una frase, una de las pocas que tenía claras: 'Cuando termine todo esto me alegraré de no ser ya un autor'. Y eso me planteaba en un principio, vaciarme de todas mis experiencias y dejar de escribir, pero naturalmente la vida sigue y al cabo de poco tiempo ya estás de nuevo en el camino de la literatura".

Echa la vista atrás y se siente un superviviente. Es consciente de que ha hecho mucho daño, no quiere ocultarlo. "Sé que a mi suegra le dolieron bastante los libros, pero supongo que me ha perdonado porque está en mi casa en Suecia cuidando de mis hijos". Y están precisamente ellos, los cuatro niños, que algún día, cuando sean mayores, leerán lo que escribió su padre.