Esencialmente una copia de la premisa de Toy story (1995) -que, eso sí, sustituía los juguetes por animales de compañía-, Mascotas (2016) se diferenciada de su modelo por su absoluta incapacidad para dotar ni a sus personajes ni a su historia de rasgo distintivo alguno, pero resultaba lo suficientemente tolerable para aquellos padres que necesitaran ocupar a sus hijos durante 90 minutos. Es más de lo que puede decirse de esta secuela, que también busca inspiración en el catálogo de Pixar -por ejemplo, en las reflexiones sobre las neurosis parentales de Buscando a Nemo y Monstruos, S.A- y que por lo demás no se molesta en expandir el mundo de la saga a la que pertenece o en profundizar en él. Ni siquiera tiene una trama central; se compone de tres historietas autónomas que realmente no tienen nada que ver entre sí hasta que al final de la película son conectadas de mala manera. Probablemente, tras escribir la primera de ellas los guionistas comprendieron que aquello no daba para un largometraje, y decidieron añadir las otras dos. Y hasta aquí.

Mascotas 2 ha sido producida por Illumination, que sin duda es el más mediocre entre los estudios de animación de cabecera pero que generalmente se muestra solvente a nivel visual, es algo evidente y que no hay que negar. Y precisamente, hay que decir que gracias al expresivo diseño de los personajes, la película seducirá a los espectadores de menos de 10 años. Pero eso literalmente es todo cuanto puede ofrecerles, no hay mucho más que se puede resaltar de los 86 minutos de metraje. Lo único que la distingue de esos juguetes que regalan con el famoso happy meal son los numerosos chistes de cacas y pedos.