Aunque parezca una reiteración, o una boutade, el gran triunfador de anoche en los Premios Simón fue el cine aragonés. No solo porque los galardones estuvieron muy repartidos, sino porque la gala, dado los tiempos de pandemia en los que vivimos, se convirtió en una celebración no solo del cine, sino de la cultura en general por el propio hecho de celebrase. A nadie se le escapa, y al presidente de la Academia del Cine Aragonés, Jesús Marco, mucho menos por lo que ha bregado, que sacar adelante la gala en estos tiempos de restricciones por las normas de seguridad era una empresa complicada, pero la academia, con el apoyo de las instituciones consiguió por fin ayer llevar adelante «contra viento y marea», como dijo la vicealcaldesa de Zaragoza, Sara Fernández, un evento que tenía que haberse celebrado el 23 de mayo.

Quizá por todas las dificultades pasadas la gala arrancó como un trueno con la fuerza de la voz de la cantante Viki Lafuente, y el presentador, Alejandro Aísa, dejó clara la importancia que tiene en estos tiempos la palabra «estar». Y ayer todo el cine aragonés estuvo en la sala Mozart para «poner caras, nombre y apellidos a los actores, actrices, directores y técnicos que están luchando por su profesión en esta tierra y están pasando un año tan difícil», como quiso reseñar antes de empezar la gala Luisa Gavasa, galardonada con el Premio Simón de Honor y gran protagonista de la noche.

Porque premios, como está claro, los hubo, y muy repartidos. De hecho, la película que se llevó el premio a Mejor Largometraje, Planeta 5000 de Carlos Val, tenía 14 nominaciones y solo pudo hacerse con otro, el de Mejor sonido. Así las cosas, y en lo numérico, la triunfadora fue Leonardo muere, de José Luis Galar, que obtuvo tres premios, Vestuario, Dirección de Arte y Maquillaje y peluquería. Con dos galardones concluyó Gastos incluidos, Mejor Cortometraje y Mejor guion, en la figura de su también director Javier Macipe. También dos premios, Montaje y Fotografía, obtuvo The Rise of the Synths, película de Iván Castell.

Hubo otro premios casi cantados, como los de Carla Pérez Albéniz en Dirección de producción por Mientras dure la guerra y Nata Moreno a la Mejor dirección por Una vida entre las cuerdas. Cantados porque ambas ya habían recibido un Goya por estos trabajos, lo que les hacía partir como favoritas, aunque Una vida entre las cuerdas no ganó el premio a Mejor documental como en los galardones nacionales, sino que este fue a para a Aute Retrato, de Gaizka Urresti. Aute Retrato

Además, Carmen Barrantes fue Mejor actriz por Cardelinas; Alfonso Desentre, Mejor actor por su papel en Intimidad; La Ronda de Boltaña ganó el premio a Mejor banda sonora por Mermelada de moras y Vicente Bordonaba y Steve Miller se llevaron el premio a Mejor sonido por su labor en Ofra & Khalil. Mónica Callejo ganó el premio a la Contribución social por Yo no soy esa (Autorretrato de una anoréxica).

REINVINDICATIVA Y EMOTIVA / A pesar de sus dos horas de duración y en un sala Mozart con menos de un tercio de su aforo, unas 500 personas, la gala tuvo agilidad gracias a las chanzas de su presentador, Alejandro Aísa, y algún que otro momento digamos chispeante, como la confusión del sobre de Vestuario por el de Maquillaje, lo que llevó a la ganadora de este último premio, Ana Bruned, a saber por anticipado que había ganado, por lo que subió a recoger el premio tronchada de risa.

Y fue también una gala reivindicativa, tanto por el momento tan delicado que sufre la cultura en estos tiempos del coronavirus, «Quiero hacer una petición a todos los gobiernos para que luchen contra la ignorancia, que es lo peor de un país y se luche con educación, cultura y rabia», llegó a decir Carlos Val , como por la s dificultades con las que se encuentran las mujeres en la industria, «si soy mujer tendré que pelear mil veces más», les dijo a las directoras Nata Moreno, por eso dedicó su premio «a las mujeres que cada día pelean por seguir haciendo cine».

Hubo también momentos emotivos, como los homenajes a los fallecidos Luis Eduardo Aute, José Miguel Iranzo, Alberto Azcona o Joaquín Carbonell, a quién Javier Macipe volvió a recodar al recoger su premio «porque fue el primero que me hizo una entrevista y me llamó director, algo que y creo que también podéis decir a muchos de vosotros», dijo dirigiéndose a sus colegas.

Como emotiva fue también la intervención de Luisa Gavasa, emocionadísima, quien con lágrimas en los ojos dio las gracias a todos los que la han apoyado en su carrera «desde que Mariano Cariñena me hizo subir a n escenario» y recordó Alberto Bongiorno, fallecido en abril, «quien primero fue mi representante, luego mi hermano, mi amigo y mi amor», y quien dedicó el Premio Simón de Honor que acababa de recibir.

Gavasa, que recibió una ovación cada vez que por una causa u otra salía en la pantalla, bien por los fragmentos de sus películas -también estaba nominada, aunque no ganó-, como en uno de los anuncios publicitarios, aprovechó para pedir ayuda para el cine «pues no solo es cultura pues en la pandemia ha demostrado que también es vida».

Una idea a la que se aludió varias veces en el transcurso de la gala, pues como señaló el director de Planeta 5000 Carlos Val, «durante el confinamiento esas historias (de cine) nos han salvado y no hay que olvidar que detrás de ellas hay miles de profesionales».

Víctor Lucea, director general de Cultura del Gobierno aragonés, tendió su mano al sector «para intentar que de estos momentos de crisis surja una oportunidad, pues hay mimbres de calidad». Lo dijo en una gala que tenía como lema Cine aragonés. Denominación de Origen y ante los representantes de un sector audiovisual que en Aragón lo forma gente muy joven. Con apoyo, no cabe duda que hay futuro.