Con una trayectoria de más de 25 películas como realizador a sus espaldas, muy pocos le discutirán hoy a Clint Eastwood su condición de autor. Pero no siempre ha sido así. El profesor universitario y crítico de EL PERIODICO Quim Casas en su libro Clint Eastwood. Avatares del último cineasta clásico (Ediciones Jaguar) relata ese proceso prestando atención a las diversas facetas del realizador de Mystic River. Desde sus orígenes como actor de serie B, posterior miembro del star system, y como productor y director. "No fue hasta El jinete pálido que la crítica, especialmente la francesa, empezó a tomarle en serio", establece Casas.

Antes de convertirse en el realizador de Bird o Sin perdón, Eastwood había construido como actor un estereotipo tan sólido y memorable como el de Humphrey Bogart, pero sin escrúpulos. Casas recuerda una anécdota que retrata a la perfección a su personaje: "En El último pistolero, de John Siegel, John Wayne se negó a disparar por la espalda porque su personaje jamás lo haría. Siegel respondió: pues Eastwood sí lo haría".

Pero pocos imaginaban que el fullero Harry el sucio terminaría convirtiéndose en uno de realizadores más personales del actual cine americano. "Su concepción del relato y el modo de trabajar son perfectamente clásicos porque con su productora y su equipo técnico fijo recupera un modo de trabajar que ya se había perdido", dice Casas. Ese modelo le ha permitido, sin embargo, grandes licencias. "En El jinete pálido se arriesgó a pedirle a su director de fotografía que buscara la oscuridad de los cuadros de Rembrandt y en Poder absoluto buscó la luz de luz de determinadas pinturas flamencas".

Con sus seis nominaciones a los Oscar --incluidas mejor película y director-- la última película de Eastwood, Mystic River podría volver a poner al realizador bajo la bendición de Hollywood. "Me gustaría que ganase --desea Casas-- pero creo que sus películas son siempre bastante incómodas para el público medio americano y él parece no querer hacer concesiones".