Francisco Rivera Ordóñez y David Fandila El Fandi salieron ayer a hombros de la plaza de toros de Huesca tras cortar una oreja de cada uno de sus ejemplares en la cuarta corrida de la feria de San Lorenzo. Jesulín de Ubrique, por su parte, se llevó la callada por respuesta a la muerte de sus dos enemigos.

Se lidiaron reses de la ganadería de El Torero sin pitones, desiguales de presentación, de juego variado pero con pocas fuerzas. La plaza casi se llenó y el presidente Víctor Bernués volvió a ser protagonista para mal, como todas las tardes, al negar sin causa ni fundamento la segunda oreja al Fandi en su primer toro.

Jesulín de Ubrique no pudo lucirse con la capa en ninguno de sus enemigos. Ya con la muleta, y en el primero de su lote, en los primeros compases de su faena, cuando toreaba por el pitón derecho, sufrió una tarascada del toro que fue a parar a su rodilla derecha impidiéndole cualquier lucimiento, por lo que el torero tuvo que abreviar matando a su oponente de estocada trasera y dos descabellos. Con su segundo no pudo sacar faena pues el toro se derrengaba en cada muletazo. Mató de otra estocada trasera.

RIVERA, VOLUNTARIOSO

Rivera Ordóñez, que se mostró muy voluntarioso toda la tarde, recibió a su primero con una larga cambiada de rodillas. Con la muleta inició su labor por el pitón derecho, quedando descubierto en varias ocasiones, por lo que el animal acrecentó su condición de manso poniendo en más de un aprieto al matador. Mató de una estocada rinconera y se le concedió una oreja.

Con su segundo realizó con la muleta una faena con series muy cortas al hilo del pitón en la que imprimió buenas dosis de temple, para que el animal se le fuera entregando. Terminó su labor toreando de rodillas y volvió a cortar otra oreja, esta vez sin mayoría, que el presidente no dudó en concederle.

David Fandila El Fandi dio un auténtico recital de toreo con el capote a lo largo de todo el festejo, con lances a la verónica rematados con media de rodillas, chicuelinas y apresuradas lopecinas con las que realizó el quite al segundo. Pero la apoteosis llegó en el tercio de banderillas de sus dos enemigos, pues realizó dos tercios muy espectaculares colocando las banderillas al violín y, como ocurrió en su segundo toro, colocando hasta cuatro pares.

Ya con la franela, en su primero cuajó varias series muy cortas por la derecha, que fueron jaleadas por la solanera, incluido el desplante final de rodillas y de espaldas al astado.

Pero lo más templado llegó con la muleta en su segundo, con varias series por los dos pitones en los que abundó la quietud y el reposo.