Madrugones, bajas temperaturas, risas, esperas interminables, momentos de agitación y la posibilidad de ver desde dentro cómo se rueda una superproducción. Todos esos ingredientes forman parte de la experiencia de las cerca de 700 personas que la semana pasada participaron como figurantes en la filmación, en la localidad madrileña de Boadilla del Monte, de una de las escenas principales de Los fantasmas de Goya , la película de Milos Forman protagonizada por Javier Bardem y Natalie Portman.

Los fantasmas de Goya , cuyo rodaje empezó en Madrid el pasado mes de septiembre (y continuó en Salamanca y el Monasterio de Veruela, donde se rodó una gran batalla en la que participaron más de 200 extras), es un fresco histórico ambientado en España entre los años 1792 y 1809, y narra, a través de los ojos del pintor aragonés (interpretado por el sueco Stellan Skarsgard), la relación entre un poderoso inquisidor de la época, el Hermano Lorenzo (al que da vida Bardem), y una joven musa de Goya llamada Inés (Natalie Portman), que es acusada falsamente de herejía y enviada a prisión.

El municipio de Boadilla del Monte ha sacado un gran provecho del interés de Forman, ya que la productora de la película ha invertido casi 800.000 euros en la rehabilitación de la fachada del Palacio del Infante Don Luis, que se hallaba en un estado de absoluto deterioro a causa de la falta de mantenimiento. Frente a esa fachada transcurre el rodaje de la secuencia de la ejecución del hermano Lorenzo ante una masa variopinta y turbulenta formada por soldados, monjes, alto clero, burgueses y miembros del pueblo llano.

Antes del amanecer, salen a escena los soldados, dispuestos a enfrentarse a temperaturas que rondan los 0 grados. El regidor da las órdenes a gritos: "¿Entendéis español? ¿Sí? ¡Pues todos colocados en diagonal, desde el patíbulo hasta la esquina de la tribuna!". Con la soldadesca en posición, entran los monjes y el pueblo llano. "¡Joder, qué frío!", es la queja más repetida.

Se suceden los ensayos, y hasta las bien pasadas las once no aparece Milos Forman. Con aspecto algo desaliñado, el realizador de origen checo corrige la escena: "Quiero que haya gente detrás del patíbulo". Situado frente a la fachada principal del palacio, el patíbulo es el centro absoluto de la acción dramática.

Entre cantos y rezos, aparecen primero los monjes y, después, los inquisidores escoltando a Bardem, que, sobre un burro, es increpado por el populacho. "¡Te pudrirás en el infierno, hereje!", exclaman. "Esta toma no vale, se ha reído uno de los soldados", dice el director de fotografía, Javier Aguirresarobe.

Con su fotómetro en mano, el ganador de cinco goyas trabaja con una precisión milimétrica. "En esta película he intentado desprenderme de los artificios más cinematográficos y he querido captar la austeridad de la luz de los cuadros del pintor Ribera", cuenta. El operador vasco hace un balance muy positivo de su experiencia con Forman, al que define como "un realizador asequible y colaborador".

Antes de volver al trabajo sueña en voz alta: "Me encantaría hacer una película con Terrence Malick o David Lynch". Es casi lo único que le falta a su brillante currículo después de haber trabajado con grandes del cine español como Carlos Saura, Fernando Trueba, Pedro Almodóvar y Alejandro Amenábar.

"¡Segundos fuera, listos para rodar, motor y- acción!", grita el regidor en inglés y castellano. Tras varios intentos, la escena está casi lista. Sólo falta pulir algunos detalles. "Tirad las lechugas a Javier (Bardem), no al burro. Venga, hacedlo bien, que el señor Bardem está ya un poco harto", advierte. Mario, figurante del pueblo llano, no aguanta más: "Mañana no vuelvo. Entre el frío y los 40 euros por 12 horas, no merece la pena". Sin embargo, otros sí han disfrutado de la experiencia. "Es increíble ver rodar a alguien como Milos Forman. Ya tengo los autógrafos de él y de Bardem", comenta Raúl, uno de los figurantes de la alta burguesía.

"¡Arrepiéntete, hermano!", exhorta el sacerdote en un tono muy intimidatorio antes de la ejecución de Bardem. Un verdugo de dimensiones gigantescas acciona el garrote vil y acaba con la vida del hereje. El pueblo estalla de júbilo y saluda a su Majestad Fernando VII, que preside el auto desde el balcón del palacio. "¡Vivan las caenas!" "¡Viva España!", grita el vulgo enfervorizado.

Sin embargo, se echa en falta a alguien. "¿Y Natalie Portman?", preguntan algunos. "Está allí. En un balcón, cerca del rey", responde uno de los extras. En efecto, se la puede ver. El cuerpo de Bardem se aleja en una carretilla. Esta vez salió todo bien.