La derecha española tendrá desde hoy menos estilo, buena educación y sentido del humor, y no es que le sobre. Ya no podrá leer cada día a Antonio Mingote, dibujante de referencia del diario ABC desde 1953 y académico --ocupa el sillón "r" desde 1988. Ayer falleció en el hospital Gregorio Marañón a los 93 años, a causa de un cáncer hepático.

Nacido en Sitges en el año 1919, Mingote se crió en Daroca, Calatayud y Teruel. De familia carlista, combatió durante la guerra civil como requeté. Empezó a colaborar en la revista La Codorniz en 1946, rodeado de los nombres (Tono, Edgar Neville, Miguel Mihura) que en su opinión formaban una segunda generación del 27 y, con los años, de las nuevas generaciones (Cándido, Summers, Ballesta) que nunca dejaron de reconocerlo como maestro.

"Era una de las mejores personas que he conocido en mi vida", decía ayer su colega Forges. En ese ambiente, dijo el humorista, aprendió a conducirse con "libertad, comprensión y tolerancia". Ayer, el director del Instituto Cervantes y exdirector de la RAE, Víctor García de la Concha, destacaba estos rasgos de su personalidad: "Era un hombre cuya bondad serena, espontánea, nada amanerada ni artificial traslucía en todos sus gestos. Se hacía querer incluso por aquellos que podían discrepar ideológicamente".

23.000 DIBUJOS

Mingote fue mucho más que un dibujante. Su estatus en el diario donde siempre colaboró (cerca de 23.000 dibujos) era desde hace muchos años el de editorialista gráfico, y en larguísima trayectoria profesional fue guionista de cine y televisión (Vota a Gundisalvo, Ese señor de negro), autor de comedias musicales (El oso y el madrileño) y comentarista radiofónico en el Debate sobre el estado de la Nación de su amigo Luis del Olmo. En los últimos años, sin dejar su aparición diaria en ABC, frecuentó la ilustración de libros de José Antonio Marina, José Manuel Sánchez Ron o Alfonso Ussía.

De padre aragonés, la madre de Antonio Mingote, Carme Barrachina, era natural de Sitges, aunque su relación con Cataluña fue ambivalente, ya que proclamó su "amor" a cierta idea de Cataluña y al mismo tiempo convertía en un motivo constante de sus chistes la crítica al nacionalismo catalán, al que dedicaba adjetivos como "cursi" o "idiota". Un rechazo que se agudizó, por ejemplo, con episodios como, por ejemplo, la prohibición de las corridas de toros.

Una de las anécdotas más curiosas de la vida de Mingote sucedió precisamente en Barcelona. Alférez en la quinta división navarra, el joven Mingote convenció a sus superiores de que le dejaran entrar de uniforme en Barcelona, en la víspera de la toma de la ciudad, para asegurarse de que su madre estaba sana y salva en la casa de la calle Muntaner donde creía que estaba refugiada. Así que fue el primero en tomarla, aunque la "devolvió" al regresar a sus posiciones en el Tibidabo.

De muy distinta índole fue la relación de Mingote con su ciudad, Madrid, a la que llegó en 1944. El edil Enrique Tierno Galván llegó a reconocerle como alcalde honorario del parque del Retiro, donde hoy se instalará la capilla ardiente, cuando el dibujante dijo que esta sería su única ambición política.

El dibujante se mantuvo al pie del cañón hasta el final: ayer aún publicaba una viñeta en la que una mujer, sorprendida por su marido en compañía inadecuada, exclamaba: "¿Pero tú no ibas a volver mañana?".