Rocketman

Chad Stahelski

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Hace tres meses se estrenó Bohemian rhapsody, el biopic de Freddie Mercury dirigido por Bryan Singer. Pero es sabido que parte de la película la realizó Dexter Fletcher después de la espantada de Singer. Hoy llega Rocketman, biopic de Elton John, excelente músico de rock y pop en sus inicios convertido, durante años, en mito polémico antes que artista verdadero. El filme lo dirige Fletcher.

Este antiguo actor reciclado en realizador de musicales parece ser el cronista oficial de las estrellas del rock que han apelado tanto a las buenas canciones como a la provocación y reivindicación a través de la homosexualidad. Son filmes similares en varias cosas que retratan los dilemas interiores del artista apelando, siempre que se pueda, a aspectos más gratos y edificantes.

Rocketman lo tiene todo. La relación esquiva de John con su madre. La ausencia total del padre. La amistad con Bernie Taupin, su letrista. Los primeros amores clandestinos. La asunción de su homosexualidad. El éxito. La vida de lujo y desenfreno. La adicción al alcohol, los estimulantes, la cocaína y el sexo. La crisis creativa. Y vuelta a empezar.

Fletcher y el guionista Lee Hall no ahorran nada de lo esperado y deseado en una película de estas características. Pero aciertan con la estructura: todo empieza con una imagen glam, con John corriendo por un pasillo ataviado con plumas, lentejuelas y cuernos. A partir de esta imagen fantasiosa se suceden las evocaciones y recuerdos. La escenificación de los acontecimientos es distinta en función del momento y del estado de ánimo.

También acierta Taron Egerton en la interpretación: no es mesurada, pero ofrece los suficientes matices para que no termine siendo un payaso dislocado. El filme tiene también momentos muy precisos sobre el proceso de creación de una canción, algo fundamental cuando estamos hablando de un músico sobre cualquier otra cosa. QUIM CASAS