Ignoro si algunos son especialistas en crear problemas donde antes no los había, o se esfuerzan en crearnos temas de conversación que nos alejen de los habituales --la crisis y tal--, auspiciando asuntos, además, para cumplimentar las columnas semanales. Gracias, por lo que le toca a uno.

También desconozco si la descoordinación institucional y legislativa --¿no tenemos asesores?-- entra en la generación de mayor debate, pero el caso es que lo han conseguido. ¿Estaban los del gobierno autónomo en la reunión? ¿No saben, no contestan?

El caso es que ya tenemos tema: las mascotas en los bares. La norma regional dice que no pueden entrar, pero el ayuntamiento quiere que sí. Y, mientras, los hosteleros perplejos y dubitativos, pues no es cuestión de despreciar clientes. ¿Les dejo entrar? Los perros no suelen beber en las barras, ni tapear, pero algunos dueños sí. ¿Y si viene un inspector autonómico y se mosquea? Eso suponiendo que solo los perros y gatos, sean mascotas, porque hay, y es respetable --en su casa--, gente que convive también con lagartos, serpientes, etc.

Vaya por delante, que a uno le parece muy bien la posesión de mascotas, desde perros hasta culebras, que de todo hay. Otra cosa es que tengamos que competir con ellas por los espacios supuestamente ciudadanos: si estoy tomándome unos torreznos en una terraza sita en un parque de más de mil metros y un simpático perro de más de diez kilos se abalanza sobre ellos- ¿Qué hago? O si busco relajarme con una copa tras un duro día de curro y un animal --literalmente-- me mira con cara de pocos amigos- Por cierto, ¿una rata en un bar, vale como mascota?

Soy fumador y entiendo que me larguen a la calle. Me va a costar más disfrutar de una tapa con un animal al lado, aunque teóricamente no me moleste --pero lo veo, y se que me mira mal--. Y sobre todo, voy a sufrir al constatar todo lo que está consiguiendo que el bar, el restaurante, pierda esa función social, y mediterránea, de ámbito de relación entre animales humanos.