-En 'Terra alta', la determinación del pasado salpica al presente.

-Este libro es muy distinto de los anteriores que yo he escrito pero hay cosas que se repiten y esa es una de las cosas. Cómo el pasado no ha pasado todavía, vivimos en una dictadura del presente en lo que el presente es solo ahora, hoy, lo que pasó hace una semana ya es pasado y lo de hace un año es la prehistoria y no. El pasado es una dimensión del presente sin el cual el presente está mutilado, es que el presente es más complejo de lo que nos dicen.

-En cualquier caso, se adentra en territorios nuevos en esta novela, ¿lo necesitaba?

-Ya dije cuando me dieron el premio que intentaba ser una novela radicalmente distinta a las que he escrito y a la vez radicalmente fiel. Buscaba una reinvención de mí mismo, corría el riesgo de repetirme y de convertir en fórmula lo que al principio era hallazgo y eso es terrible. En cuanto no sale de las tripas lo que escribes o no dices cosas nuevas para ti, estás muerto como escritor aunque sigas vendiendo libros. Si un escritor no corre riesgos no es un escritor sino un escribano.

-Dicen que se ha convertido en un escritor de género, ¿ha elegido la novela negra para poder ahondar en la mentalidad de los personajes?

-Lo de pasarse al género negro es simplificar las cosas porque en el fondo yo siempre he escrito novelas policiacas en las que había un enigma y alguien que intentaba descifrarlo. Yo uso este esquema para tratar temas que me importan. No existen géneros mayores o menores existen formas mayores o menores de tratar el género, depende de cómo lo use uno y para qué lo use. He encontrado la forma de decir las cosas que quería decir, simplemente. Cuando acabo un libro lo que hago es intentar olvidarme de él para poder escribir otro y este no soy capaz de quitármelo de encima, el protagonista me interesa mucho. Es algo que me está pasando por primera vez en la vida.

-¿Será por la repercusión de ganar el Planeta?

-Nunca me he presentado a un premio literario y si lo hice es porque yo sabía que había acabado una cosa que me gustaba mucho y que además era distinto a lo que había escrito hasta ahora y me pareció que era la mejor manera de decirle a los lectores que esto era distinto. Y es que no creo que la literatura popular y la culta sean incompatibles. Este premio tiene una gran virtud, que puede llegar a un público muy amplio y eso es maravilloso. Sueño con una literatura que abandona el gueto, las catacumbas de los especialistas y que vuelva a ser popular. El Quijote fue un libro enormemente popular, lo conocía hasta la gente que no sabía leer, Shakespeare tenía un éxito feroz, Dickens, Víctor Hugo… y tenían un impacto enorme. ¿Por qué no podemos intentar que la literatura sea culta y popular, exigente y leída?

-¿Cómo fue la escritura?

-Me gusta hablar de este libro como un wéstern disfrazado de thriller. Un día se me metió una frase en mi cabeza y vi un tono distinto, de repente era una frase en tercera persona cuando yo desde Soldados de Salamina todo lo escribía en primera persona. Eso se me ocurrió en el verano del 2017 y dejé de escribir cuando llegó el otoño catalán. Nunca he vivido una situación como aquella y eso me cambió como persona. Este es un libro que intenta entender por qué hemos cambiado. Los escritores nos alimentamos de lo malo, la felicidad no es productiva, es muda, te callas y disfrutas.