En los años 60 fueron los hippies; en los 70, la generación del egocentrismo, y en los 80 y los 90, los yuppies y el mundo de las altas finanzas. Ahora, seis años después de Todo un hombre y 17 después de La hoguera de las vanidades , Tom Wolfe ha vuelto su mordaz mirada a los campus de élite de Estados Unidos. Soy Charlotte Simmons , la última obra de uno de los mejores cronistas de la América de hoy, está preparada para poner colorados a los universitarios y decanos del país. El libro, que se edita en EEUU a finales de noviembre, llegará a España de la mano de Ediciones B a principios del año que viene.

Wolfe, que el pasado mes de marzo cumplió 73 años, dedicó el final de la década de los 90 a hacer la investigación para esta última obra, que él mismo ha definido como "la vida universitaria contemporánea vista a través de los ojos de los estudiantes".

UN CAMPUS DE FICCION

Soy Charlotte Simmons se desarrolla en Dupont, un campus ficticio comparable a los de Harvard o Yale, donde el propio autor se doctoró en estudios americanos. A esa universidad de ficción que alberga a la flor y nata de la juventud norteamericana llega gracias a una beca la protagonista que da título a la novela, una brillante estudiante procedente de una diminuta y puritana población de Carolina del Norte.

Su imagen de uno de los centros educativos más selectos del país tarda poco en desmoronarse. Entre deportistas de élite de escaso cerebro y brillantes jóvenes de escasos recursos, golfos con clase y jovencitas obsesionadas con la ropa de marca y el sexo, Charlotte Simmons pronto descubre que las drogas y el alcohol juegan en su idealizado campus un papel más destacado que el saber y los libros de texto. Y ella misma descubrirá su propio poder y actuará como catalizador en la vida del resto de los personajes.

Para realizar la obra literaria, Wolfe contó con la inestimable ayuda de los habitantes reales de los campus en los que se inspiró. "A los estudiantes les encanta hablar de sí mismos, así que no es muy difícil saber qué piensan sobre todo", ha explicado el autor en una amplia entrevista concedida a un diario de Florida, en cuya universidad estatal recolectó parte de su vivida documentación.

Con sus elegantes trajes de color blanco y su afilada mirada, el septuagenario autor, considerado uno de los padres del periodismo moderno, se coló en decenas de residencias, bares y fiestas de jóvenes en numerosos campus. "Creo que se preguntaban qué hacía un tipo viejo trajeado ahí, pero fueron muy tolerantes. Creo que sabían que no era de la DEA la agencia antidroga estadounidense, así que todo estaba bien", ironiza el escritor.

Lo que vio Wolfe en su vuelta a la universidad y lo que ha escrito en Soy Charlotte Simmons le ha llevado a reflexionar, además, sobre cómo han cambiado las cosas respecto a tiempos pasados. "Ahora no se toman tantas variedades de drogas como a finales de los años 60. No oí hablar de tantos alucinógenos, por ejemplo. Pero ahora hay muchas más formas de perder el tiempo, como los videojuegos. Algunas noches pasaba por los dormitorios y veía el brillo de las pantallas de ordenador. Pensaba que estaban estudiando, pero luego descubría que estaban jugando en el ordenador. Y jugaban toda la noche", relata el novelista reportero.

HUIR DE LA ETIQUETA

Tratándose de una obra de Wolfe, la palabra sátira ha vuelto a preceder a la publicación del nuevo libro. Sin embargo, al autor le desagrada que se etiquete así su trabajo. "La gente siempre se refiere a algunos de mis libros como sátiras, pero nunca he pensado en nada de lo que he escrito como satírico --aclara--. Con la sátira tienes que ir hasta el límite, y pienso que en obras como La hoguera de las vanidades o Todo un hombre (que Michael Douglas quiere convertir próximamente en película o serie de telvisión) me quedé por debajo del máximo de los excesos".