«Es un aprendizaje continuo», cuenta la supervisora de enfermería de la Unidad de Cuidados de Neurología del hospital Miguel Servet de Zaragoza, María Jesús Chopo. «Hemos ido modificando el manejo de los pacientes y hemos evolucionado quitándonos el miedo que había al principio a algo desconocido». Con el paso de los días Chopo explica cómo han ido cambiando determinadas situaciones que les «incomodaban y les resultaban dolorosas». Entre ellas se encuentra el apoyo que supone la compañía de los familiares en los pacientes y que han modificado, siempre teniendo en cuenta los protocolos, para que no se sientan solos al entrar al hospital. «Llegaban y no podían recibir visitas y ese era un contacto muy importante», cuenta Chopo. Gracias al trabajo de todos, el hospital ha podido disponer de tabletas para poder llamar a los familiares y que puedan ver a sus seres queridos. «Al principio usábamos nuestros propios teléfonos y llamábamos a los familiares del paciente y solo con ver la alegría que se producía en ese momento y ver cómo les cambiaba el día, merecía todo la pena». Momentos que, por muy pequeños que sean, cambian también el estado de ánimo de todos esos trabajadores del hospital que llevan meses sin verse la sonrisa y que si miran con optimismo esta situación, son conscientes de que han aprendido a «valorar la importancia que tiene un trabajo en equipo bien hecho».