Iba para futbolista, pero acabó marcando goles en política, aunque sus allegados creen que tiene cara de demasiado "bo rapaz" (buen chico) para cualquiera de las dos cosas. Con su faz redonda, barba de cuatro días y hablar pausado, casi de seminarista, Quintana (Quin , como le llaman en el Bloque, aún a riesgo de que su diminutivo se preste a chistes que ya circulan por Internet, como Quin Kong o Burguer Quin ) no representa para nada la etiqueta de "radical" que le cuelgan a su partido desde el PP.

Los populares lo comparan con Josep Lluís Carod-Rovira, pero ni el Bloque es ERC ni este gallego de Allariz (Orense), de 46 años, genera controversia. "Si Zapatero tiene talante, yo tengo sentidiño", dijo recientemente. Sentido común, tolerancia y diálogo quieren ser los ejes de su campaña, unos valores quizás aprendidos durante su infancia en Vigo, a donde sus padres, ambos maestros, se trasladaron desde Allariz para dejar la docencia y montar un pequeño negocio.

Una infancia "muy normal"

Creció en el seno de una familia que sufrió la persecución del franquismo hasta el punto de provocar el exilio de sus tíos, aunque él insiste en que su infancia fue "muy normal": "Ir al colegio los jesuitas de Vigo, jugar al fútbol, estudiar, pelearme con mis padres en la adolescencia... y trabajar".

Y también entrar en política, ya desde joven. Con 17 años hizo sus pinitos en el sindicalismo nacionalista agrario: "Mi primera intervención pública fue ante 200 agricultores", recuerda, y añade: "¡Vaya nervios que pasé! Pero te pones y parece que las palabras fluyen solas. Es como una descarga eléctrica".

Una descarga que fulminó otros caminos profesionales. Y es que, de chaval, Quintana destacó como futbolista, sobre todo como delantero centro, hasta el punto de que el Elche, entonces en Segunda, le ofreció un contrato profesional. No lo aceptó: "Me tiraba demasiado la tierra", señala. Para disgusto de sus padres, también plantó en segundo curso la carrera de Medicina para involucrarse en el nacionalismo gallego. Pese a todo, aún tendría tiempo de acabar Enfermería y trabajar una temporada en el Hospital de Orense.

Pero lo suyo era la cosa pública. Le viene de familia, pues sus dos abuelos fueron alcaldes de Allariz. Y los emuló. Empezó como concejal de este ayuntamiento orensano a comienzos de los 80 y llegó a la alcaldía en 1989. Durante su mandato municipal, Allariz consiguió el Premio Europeo de Urbanismo por la mejora sustancial de la calidad de vida alcanzada y fue seleccionado por el programa Hábitat de la ONU como ejemplo de desarrollo sostenible.

La exitosa década como alcalde le convirtió en un referente del nacionalismo gallego y llegó a ser senador. Además, se colocó en la primera línea cuando tocó la renovación del BNG. Las bases le eligieron como sucesor del carismático Xosé Manuel Beiras al frente del Bloque, con la misión de renovar el partido y equilibrar las tensiones de poder entre el sector más radical, el de la UPG (Unión del Pueblo Gallego) y el más moderado, el de Beiras.

Quintana rejuveneció el BNG sin perder la senda de la moderación, pero su estrategia no acabó de cuajar en las urnas, pues su formación bajó en votos en las últimas elecciones generales y en las europeas. Pese a todo, los nacionalistas afrontan los comicios con gran expectación, ya que están más cerca que nunca de formar parte del Gobierno gallego.

Bueno en los fogones

Divorciado de su primera mujer, Teresa, Quin, que no tiene hijos, vive en Allariz, donde se construye una casa, con su compañera, Cristina, concejal del pueblo. Viaja a diario a Santiago, aunque, como no le gusta conducir, le lleva su chófer, su "amigo Manolo".

Los asesores de Quintana se preocupan más que él mismo por su aspecto. Confiesa no tener demasiado gusto para el vestir, por lo que es su compañera la que le elige el atuendo. Suele llevar americana, a juego o no con el pantalón, y camisa, casi todo en tonos discretos. Sólo se permite cierto atrevimiento con las corbatas, que ponen "el toque de color".

Quintana no sólo maneja los fogones del nacionalismo gallego, sino también los de la cocina de su casa, en los que prepara guiso de conejo, arroz con marisco o caldeirada de rodaballo. Y dicen sus amigos, a los que suele invitar a cenar, que no lo hace nada mal.

Lo que más le gusta al líder nacionalista es la lamprea y los vinos gallegos, "sobre todo de los que hacen las nuevas bodegas en la zona de Monterrei", con los que el domingo espera brindar por el cambio en Galicia.