Nadie se atrevió a romper el silencio. Los usuarios de la línea férrea que une Alcalá de Henares con Madrid se mantuvieron callados durante los 45 minutos que duró el trayecto. La línea reanudó ayer el servicio tras el brutal atentado del 11-M. Los pasajeros, entre lágrimas, circularon por las mismas vías en las que el jueves fueron asesinadas 200 personas y más de 1.400 resultaron heridas.

Algunos no soportaron la psicosis. En las estaciones de Santa Eugenia, El Pozo y Atocha, más de un viajero se dio media vuelta y optó por el autobús, un medio de transporte que tarda tres veces más en hacer el mismo trayecto. De hecho, los vagones de la línea del Corredor del Henares suelen registrar un lleno total y muchos de sus pasajeros se ven obligados a ir de pie. Ayer había asientos vacíos.

UN TRAYECTO TENSO Los pasajeros no ocultaron su miedo. Fue el caso, por ejemplo, de Ana María, una ama de casa de 44 años que tenía "el corazón encogido". En una frase, resumió el sentimiento de todos los viajeros: "Podía habernos pasado a cualquiera".

El trayecto fue tenso. Muchos usuarios lloraron sin pudor. Otros contuvieron las lágrimas. Pero todos se sintieron sobrecogidos. Especialmente cuando leían las pancartas que se encontraban ubicadas a lo largo de la línea. Por ejemplo: "No estamos todos, faltan 200".

A raíz del brutal atentado, Renfe reforzó las medidas de seguridad. Sin embargo, la mejor medida fue la de los propios usuarios, quienes no dejaron de observar las mochilas de sus compañeros de vagón. El miedo se notaba en sus miradas.

INTERVENTORES PSICOLOGOS Por primera vez en la historia de Renfe, los interventores no controlaron los billetes de los usuarios. Por orden expresa de la dirección del organismo, la misión de los empleados fue únicamente la de ejercer de psicólogos para templar los ánimos.

Una vez que iban llegando a Atocha, los pasajeros tampoco conseguían reponerse. Al igual que ocurría en Santa Eugenia y El Pozo, en la entrada de la estación había flores, velas y pancartas con mensajes pacifistas que recordaban a los 200 asesinados por los terroristas. A escasos metros, había ubicado un tenderete en el que se vendían camisetas para recaudar fondos para los heridos y sus familias. El puesto tenía banderas de algunas de las 20 nacionalidades de los fallecidos. El lema más repetido en las pancartas era: "Paz". Por supuesto, escrito en letras mayúsculas.