Hace muchos años que va por el mundo ejerciendo de escritora. Carmen Posadas (Montevideo, 1953) está contenta porque su última novela, 'La maestra de títeres', (Espasa) con una tirada de 30.000 ejemplares, se está vendiendo bien. Esta vez el foco lo ha puesto en la alta sociedad madrileña, una gente que ella conoció bien, no obstante fue uno de los rostros conocidos de la llamada 'beutiful people' de los 80 junto al que fuera su marido, Mariano Rubio, gobernador del Banco de España.

-Dice que no hay mucha literatura en España que haya retratado a la alta burguesía, que se da más en la literatura inglesa. Lo intentó 'Garras de astracán', de Terenci Moix. Pero en su libro no hay astracanadas.

-Él hizo una caricatura. Y casi toda la gente que retrata esa clase parece que tenga que reírse de ellos. A mí me parece injusto. En esa clase hay gente muy absurda y muy risible y también hay gente estupenda. Así que lo que yo quería hacer más bien es lo que decía Stendal que debe ser la litaratura: poner un espejo al borde del camino y que se refleje la realidad, con su luces y sombras, sus partes buenas y sus partes malas.

-¿Ha querido jugar a ser Truman Capote?

-Bueno. Me encanta. ¿Ves? Él también retrató ese grupo social y no hacía caricaturas, aunque algunos personajes son un poco esperpénticos. 'Plegarias atendidas' no fue muy bien recibida por sus propios amigos porque había hecho un retrato muy crudo y descarnado. Yo no hago sangre. Uso el humor y la ironía, pero trato de ser fidedigna.

-Eso es porque está muy cerca de esos personajes.

-No. Eso es porque me parece injusto, ya digo.

Ver esta publicación en Instagram El próximo 30 de Octubre, sale a la venta mi nuevo libro La maestra de títeres Aquí os dejo su portada. Ojalá os animéis a leerlo @espasaeditorial #lamaestradetiteres #carmenposadas Una publicación compartida de Carmen Posadas (@carmenposadasescritora) el 25 Sep, 2018 a las 2:29 PDT

-Ha retratado tres generaciones: abuela, madre e hija. Mujeres fuertes.

- Son mujeres de su tiempo que intentan salirse de esos esquemas tan encorsetados que tenía la sociedad en ese momento, pero nada más. Lo que está pasando con la literatura actual es que está de moda que todas las protagonistas sean feministas y da igual que estén en la edad de piedra, en la Grecia clásica o en el siglo XVIII. Aunque Lisístrata solo hubo una y aún seguimos hablando de ella.

-Aborda tres contextos históricos, los años 50, la Transición y la época actual. Usted llegó jovencita a España a mediados de los 60. Le ha costado echar la vista atrás?

-Me he documentado incluso más que para la novela anterior, que discurría en el siglo XVIII y te voy a decir por qué. Porque si te equivocas en ese siglo solo se va a dar cuenta algún profesor de historia despistado por ahí, pero si lo haces de los años 50, 60 o 70 se va a dar cuenta mucha gente. Para cualquier novela hay que leer literatura de esa época, crónicas, cartas, revistas, todo lo que puedas.

-Esa Beatriz Calanda suya, de vida exagerada y excesiva, es una mujer 'patchwork'. ¿Está ya harta de explicar que no se trata de Isabel Preysler?

-No me interesaba hacer el retrato de una persona concreta, tenía que ser un prototipo. La novela se basa en 'La feria de las vanidades' de W. M. Thackeray, y tenía que buscar un perfil. Tomé de cada persona lo que me interesaba: de una sus maridos, de otra su aspecto físico, de otra su forma de hablar, hice un mix con dices y salió Beatriz Calanda, una mujer que le gusta figurar y estar en el candelabro, que decía Sofía Mazagatos. También le busqué una antagonista, que es su madre, que es todo lo contrario de lo que es ella: una mujer mucho más idealista y mucho más sincera, que se enamoraba de verdad.

-¿Sigue siendo igual la alta sociedad de antes a la de ahora?

-Sí, pero no tanto. Se han abierto más y se ha introducido gente de otros ámbitos. Pero hasta hace muy poco solo se casaban entre ellos.

-Hay en el libro una conexión total con la actualidad: personajes que se morían por salir en las revistas y hoy se desviven por tener muchos likes aunque sea a costa de inventarse una vida.

-Es lo más asombroso del mundo moderno. Hoy la información está a la distancia de un clic y, sin embargo, hay tanta sobredosis de información que al final la mentira florece y las 'fake news' están a la orden del día. Y eso en la época en la que, supuestamente, estamos mejor informados.

-Disecciona el servilismo de la fama. ¿Qué le parece lo que está pasando con los 'influencers'?

-Antes la fama se contraída casándote con alguien famoso, como por el contagio de un catarro. Y después vendiendo la vida por entregas. Pero hoy hemos llegado al paroxismo de los 'influencers' y los blogueros que venden la nada, el humo. El otro día entré en un blog que tiene, no sé, cuatro millones de seguidores, y lo que me mostraba era cómo se hacía un café. Me parece absurdo, delirante.

-Pues en la Universidad Autónoma de Madrid ha presentado un curso para ser 'influencer' y una de las personas que da las clases es Ágatha Ruiz de la Prada.

-¿De verdad? No tenía ni idea. Es mi sueño dorado (Risas).

-Usted que fue arte y parte de aquella llamada 'beautiful people' de los 80, ¿en qué momento notó que se difuminaba su imagen de esposa de o viuda y se la empezaba a tomar en serio como escritora?

-Cuando me salgo del ojo público. Yo salí en las revistas por razones que a mí no me interesaban nada en absoluto. Yo no soy nada exhibicionista; al contrario, me espanta. Una vez que murió mi marido salí de ahí, porque nadie está en contra de su voluntad, el que está es porque le gusta. A partir de ahí las revistas empezaron a considerarme lo que quería ser: escritora.

-Hay que tener altas dosis de vanidad para salir en los medios, dice.

-Yo cuando era carne de paparazzi perdí el anonimato y el anonimato es una bendición, es algo que te protege. Si eres un persona exhibicionista no hay problema, que te sigan hasta los perros por la calle; pero no era mi caso.

-¿Siente que es mejor escritora hoy que cuando ganó el Planeta en 1998 con 'Pequeñas infamias'?

-Esta es una novela más asentada, mucho más completa. La anterior, que es 'La hija de Cayetana', era un libro muchu más agradecido, con ingredientes para tener mucho éxito. De hecho lo tuvo, porque una productora ha comprado los derechos en Estados Unidos y van a hacer la película la duquesa de Alba, la de los dos retratos de Goya, adoptó una niña negra, pero esta novela es más arriesgada. Yo lo que he hecho es usar a estos personajes que hacer un fresco de cómo ha sido España desde los años 50 hasta aquí. Es mucho más ambiciosa.

-¿Y no se inmiscuye voluntariamente como narradora para que no le tachen de roja o de facha?

-Eso es lo que más me costó. Porque hablar de Franco en esta país es muy difícil. Te tachan, como dice, de facha o de roja. No hay una postura intermedia. Sin embargo, yo necesitaba mantener una neutralidad absoluta. No quería que se vieran mis filias y mis fobias. Por eso no ensalzo ni tiro por tierra ni a los franquistas ni a los comunistas, lo cual es dificilísimo porque no contentas a nadie.

-Ha escrito cuentos infantiles, novelas, ensayos.... ¿nunca tuvo propuestas para hacer crónica social?

-¿Ser reportera del 'Hola!'? Comprenderá que no me interese en absoluto. No me van los cotilleos.