Las quinielas ya han sido rellenadas. Sólo un día después del discurso de la victoria del presidente George Bush, fuentes anónimas de la Casa Blanca ya adelantaban los cambios que hará en su Gabinete, empezando por el esperado relevo del secretario de Estado, Colin Powell, harto de batallar con los ultraconservadores de la Administración, quien podría presidir el Banco Mundial.

Los candidatos a sustituirle son la dura consejera de Seguridad Nacional, Condoleezza Rice, el embajador ante la ONU, John Danforth, y el exsenador demó- crata conservador por Georgia Sam Nunn. Sin embargo, los colaboradores de Rice dicen en privado que a ella no le gustan nada las actividades diplomáticas y que, en su imparable ascenso, lo que quiere es ponerse al frente de Defensa, sustituyendo a su titular, Donald Rumsfeld.

Pero Rumsfeld pretende continuar en su puesto, a pesar del desastre en Irak, y Bush confía en él para que reajuste el despliegue militar de EEUU en el mundo y transforme el Ejército.

En Seguridad Nacional se apuesta por el halcón Paul Wolfowitz, subsecretario de Defensa y abanderado de la invasión de Irak, y por John Bolton, un ultra vicesecretario de Control de Armas y partidario de emplear mano dura con Irán y Corea del Norte por sus programas nucleares.

Los que caen son el integrista fiscal general, John Ashcroft, aquejado de mala salud tras una operación de vesícula, y el zar antiterrorista, Tom Ridge, que abandonará la dirección de la Seguridad Interior, probablemente para pasarse a la empresa privada.

Un posible sucesor de Ashcroft es su exnúmero dos, Larry Thom- pson, quien puede convertirse en el primer fiscal general (ministro de Justicia) negro de EEUU.