Se prepara con limón, cachaza (un derivado de la caña) y azúcar. Se mezcla bien y se toma con hielo. Después de un par de tragos, se toca el cielo con las manos. La caipirinha es uno de los cócteles más populares de Brasil. Los alemanes también lo tienen entre sus preferidos. La revista norteamericana In style la consideró "la bebida más caliente del siglo".

Se toma o se deja, pero siempre está allí. De repente, hablar de la caipirinha se ha convertido en estas horas en un asunto agrio. El Gobierno de Brasil, la oposición y la prensa están más que furiosos con The New York Times por un artículo de su corresponsal Larry Rohter en el que se dice que el presidente Luiz Inácio Lula da Silva consume bebidas alcohólicas en exceso con el consiguiente efecto negativo en su gestión.

Respuesta del Gobierno

De acuerdo con Rohter, el "aparente desenganche y pasividad" de Lula "puede estar relacionado" con esa tendencia. Mientras Lula recibía el lunes por la tarde a representantes de organizaciones indígenas, que le colocaron sobre su cabeza las plumas y atributos de los caciques y lo filmaron para documentar las promesas hechas, el Gobierno preparaba una dura respuesta al diario.

El portavoz presidencial, Andre Singer, calificó la nota del Times de "calumniosa" y "difamatoria". La nota de Singer subrayó que los "hábitos" de Lula son "moderados y en nada difieren del promedio de los ciudadanos brasileños". Para el Gobierno, "sólo los prejuicios y la falta de ética pueden explicar esa intentona sin escrúpulos". Según José Genoino, el presidente del oficialista Partido de los Trabajadores (PT), se trató de "una mezcla de periodismo malo con un intento de desgastar el Gobierno de Lula". Hasta la oposición de derecha, que no suele ahorrar críticas, cerró filas alrededor del presidente.

La prensa tampoco ahorró invectivas. "El artículo es basura", sostuvo Folha de Sao Paulo . Con algo de ironía, O Globo dijo no recordar que The New York Times "haya publicado algún tipo de rumor que involucre a Bush y las bebidas". Los analistas sugieren que el artículo de Rother se debe leer en clave: por un lado, los nubarrones en las relaciones entre Brasil y EEUU y, por otro, la nueva fiebre especulativa en los mercados.