El cerco sobre el general Ricardo Sánchez, máximo responsable militar de EEUU en Irak, se estrecha. Documentos obtenidos por The Washington Post confirman que el general aprobó personalmente en Abú Graib el uso de perros, temperaturas extremas, la alteración del sueño y la aplicación de dietas de pan y agua para los detenidos. El general está acorralado y resulta casi imposible que escape de la investigación que el propio Pentágono está realizando, de cuya supervisión ha pedido ser relevado.

Filtraciones de la parte secreta del informe sobre los abusos en Abú Graib realizado por el general Antonio Taguba ya denunciaban que Sánchez había aprobado por escrito el uso de las duras técnicas de interrogación, exportadas mayoritariamente de Guantánamo (Cuba). Pero los documentos en poder del Post demuestran por primera vez que, antes de octubre del 2003, Sánchez permitió las torturas sin necesitar el permiso previo de nadie de fuera de la prisión.