Betty LaDelfa condujo 2.000 kilómetros en dos días, a sus 70 años, desde su casa de Buffalo (Nueva York) hasta la biblioteca pública de Boca Ratón, en Palm Beach (Florida), donde pasa los inviernos y está su colegio electoral.

LaDelfa se registró aquí para votar por correo porque en Nueva York su sufragio no cambiará la segura victoria de John Kerry allí, mientras que en Florida sí puede lograr la reelección de George Bush. Pero la papeleta no acababa de llegar. "Me dije: si el viernes no la he recibido, me pondré en camino. O sea, que aquí estoy".

El ejemplo de esta anciana muestra las pasiones que ha levantado el duelo Bush-Kerry en Florida, donde los demócratas juran que no volverán a ser "robados" como en el 2000 y los republicanos les acusan de perpetrar un gigantesco fraude electoral. Sus abogados incluso dijeron haber identificado a 1.200 reos convictos --no autorizados a votar, según la ley del estado-- que se han registrado como nuevos electores tras salir de prisión. Ayer, los observadores del partido de Bush portaban las 1.200 fotos de esos expresidiarios para identificarlos a pie de urna e impedir que depositasen su voto.

Bajo un sol implacable, los incidentes proliferaban, en gran parte debido a la masiva afluencia que casi colapsaba la capacidad de los colegios, a pesar de que dos de los 10,3 millones de votantes acudieron a las urnas anticipadamente.

Tan espectacular era la participación que el reverendo negro Jesse Jackson comparó el evento con el final del apartheid: "Miren esas colas. Esto parece Suráfrica en 1990".

En otro de los colegios de Palm Beach, Suzanne Goldstein, hablaba indignada ante las cámaras de TV: "Cuando terminé en la máquina electrónica y apreté el botón de voto, me anunció que lo había registrado como favorable a Bush, cuando yo voté por Kerry. Tuve que reclamar un abogado y presentar una denuncia antes de que la mesa aceptase anular mi voto y me permitiese volver a hacer todo el proceso con otro aparato".

"Su voto no cuenta"

No todos tenían tanta suerte. En la Comisión Electoral del condado, Paul Podray reclamó sin éxito tras enterarse de que su voto por correo fue anulado porque su firma no se parecía a la de su primer registro de votante, inscrito hace 26 años, cuando él sólo tenía 18. Sin embargo, el presidente del panel de reclamaciones, el juez Barry Cohen, dictaminó que no se podía corregir una papeleta ya emitida. "Me dijo: ´Lamento informarle de que su voto no cuenta´", explicaba después un Podray más que irritado. "Es como si reviviéramos las papeletas perforadas. ¿Cuántos votantes están siendo rechazados por cosas así?"

Aunque lo peor es que el resultado de Florida puede volver a acabar en el Supremo, si es preciso un segundo recuento, ya que los demó- cratas han denunciado a la secretaria de Estado, la republicana Glenda Hood, por "manifiesto abuso de poder ejecutivo", a raíz de su dictamen de que la verificación de los votos de las nuevas máquinas electrónicas se limitará a la impresión global de los datos facilitada por esos mismos aparatos, que no dan un recibo personal a cada votante.

Por tanto, Hood hace que la verificación de los votos consista en "la mera comprobación aritmética de la propia máquina", sin que sea posible constatar que corresponde a lo que marcaron los electores.