Boris Johnson hizo ayer en Birmingham un llamamiento a las huestes euroescépticas para enterrar el plan de Theresa May para el brexit. «Un engaño por el que no hemos votado», señaló Johnson ante una sala a rebosar de militantes y delegados conservadores, que habían hecho cola horas antes de la intervención. Durante casi 40 minutos, entre bromas, chascarrillos y puñaladas, el exministro de Exteriores, que no oculta su aspiración de suceder a May como líder y primer ministro, esbozó algo parecido a un programa de gobierno.

Johnson sobrevoló asuntos como la crisis de la vivienda, la policía, los problemas de la sanidad pública, la manera de incentivar la economía y abogó por bajar los impuestos. Repartió palos a la oposición laborista y a Jeremy Corbyn, pero también le dio lo suyo al ministro de Finanzas, Philip Hammond, un defensor de un brexit suave, que ha advertido repetidamente de las consecuencias catastróficas para la economía del Reino Unido de una salida de la Unión Europea, radical o sin acuerdo, como quieren los euroescépticos. Hammond vaticinó esta semana que Johnson nunca sería primer ministro. «La única predicción del Tesoro desde hace tiempo que tiene algo de verdad», respondió el interesado, entre risas y aplausos.

El principal propósito de la esperada intervención era acabar con el plan del Chequers, que condujo a su dimisión en la cartera de Exteriores el pasado mes de julio. Quedarse, «mitad dentro, mitad fuera» de la UE es prolongar, «este tóxico y tedioso asunto», señaló. «Si engañamos al electorado, y Chequers es un engaño, aumentará la desconfianza. Estaríamos dando la razón a los que claman traición y me temo que vamos a hacer más factible que el único beneficiario del acuerdo de Chequers será la extrema derecha bajo la forma de UKIP».

Johnson viene defendiendo un llamado plan super-Canadá, de libre intercambio con la UE, similar al firmado por Bruselas con el país norteamericano. Esa salida no soluciona, sin embargo, el problema fundamental de la frontera entre el norte y el sur de Irlanda. Pero el popular político insistió en que Chequers «no tiene sentido», porque «tendríamos que aplicar las reglas (de la UE), sin posibilidad de cambiar o resistir. Eso no es práctico, no es un compromiso, es peligroso e inestable, política y económicamente. Esto no es democracia, no es por lo que hemos votado, mis queridos conservadores». El discurso, aunque lleno de energía y optimismo, no aportó, sin embargo, nuevas soluciones o detalles concretos, algo que se le reprocha a menudo a Johnson y su populismo.

Retransmitida en directo por varias cadenas de televisión, la intervención, al margen del programa oficial, pero en el mismo recinto, fue la última provocación para humillar a May, que ayer cerró la Conferencia más lúgubre de los tories de los últimos tiempos. La deslealtad de Johnson exaspera a muchos de sus colegas. David Mundell, del Partido Conservador Escocés, condenó su actitud porque en lugar de ayudar a May en estos momentos críticos para el brexit «se comporta desafortunadamente de una manera que da a entender que solo se preocupa de su propios intereses en lugar de los del país».

Johnson eclipsó al ministro del Interior, Sajid Javid, quien presentó las nuevas normas de inmigración que regirán tras el brexit. A partir de entonces, los trabajadores de la UE no tendrán prioridad alguna. Sí se elegirán en cambio a los trabajadores extranjeros mejor cualificados. Además se exigirá a quienes quieran instalarse en el Reino Unido justificar un cierto nivel de ingresos. Las empresas británicas darán prioridad a los aspirantes nacionales a la hora de contratar empleados.

PROTESTA ‘ANTIBREXIT’ / Mientras dentro del centro de conferencias los conservadores debatían el brexit, afuera un pequeño grupo de británicos proeuropeos hacía guardia para pedir un segundo referéndum. Ataviados con banderas británicas y carteles que decían «Parad el brexit», los manifestantes defendieron la permanencia en la UE.