La relativa calma que se vivía en Bagdad desde la pasada Nochevieja llegó ayer bruscamente a su fin. Cerca de las ocho de la mañana, cuando muchos bagdadís se encaminaban hacia sus puestos de trabajo, un coche bomba conducido por un kamikaze con media tonelada de explosivos saltó por los aires junto a la llamada puerta de los asesinos , el principal acceso al perímetro de seguridad que rodea los cuarteles generales de la coalición ocupante en la capital iraquí. Al menos 25 personas murieron, entre ellas dos empleados norteamericanos del Departamento de Defensa, y un centenar resultaron heridas, la mayoría iraquís.

El atentado se produjo justamente cuando el estamento militar norteamericano sostiene que los ataques de la resistencia se han reducido drásticamente.

Un minibús privado, que normalmente transporta a unos 30 pasajeros al centro de la ciudad, convertido en hierro calcinado; heridos todavía aturdidos atravesando descalzos, con el rostro ensangrentado y las ropas sucias, el cercano puente Al Yumuhría (La República) sobre el río Tigris; pequeños incendios y, sobre todo, soldados norteamericanos crispados. A las 8.25, unos 25 minutos después de la explosión, los alrededores de la puerta de los asesinos eran un infierno de confusión.

PASO BLOQUEADO Las tropas de EEUU, que habían tomado posiciones alrededor del lugar del atentado, cerraron los accesos y bloquearon el puente con un blindado Bradley. Las ambulancias iraquís para evacuar a los heridos sólo pudieron llegar a las nueve de la mañana, una hora después de la explosión, según comprobó este diario. Los primeros heridos fueron trasladados en camionetas o en brazos de los supervivientes, según testigos.

"Déjeme pasar, mi hijo trabaja ahí, no sé si está vivo", sollozaba Inan al Mufti, una mujer, a un soldado de EEUU en un correcto inglés. "No puedo dejarle pasar", se limitó a responder el militar.

Nabil Abed al Zahra trabaja en las oficinas de la Autoridad Provisional de la Coalición (CPA) y a las ocho de la mañana esperaba pacientemente su turno para pasar el control de seguridad. "Entonces, un coche que hacía cola enfrente explotó", relata.

TROZO DE METRALLA Nabil pudo salvar la vida gracias a los sacos de arena que protegen los accesos. Pero su amigo Hasan Hachim, que aguardaba su turno a tan sólo un metro de él, no tuvo tanta suerte. Un trozo de metralla le alcanzó en el cuello y Nabil vio cómo se desangraba ante sus ojos sin que llegaran las ambulancias. "Una pieza de metal le alcanzó en el cuello; empezó a sangrar, pedí ayuda, pero ninguna ambulancia pudo llegar porque los americanos impedían el paso".

La entrada sureste del Palacio de la República, conocida popularmente como la puerta de los asesinos , es uno de los lugares emblemáticos de la ocupación norteamericana en Bagdad. Cada día, dos colas, una para peatones y otra para coches, aguardan pacientemente para pasar un exhaustivo control de seguridad y entrar en la denominada zona verde , el perímetro que rodea el Palacio de la República, donde la coalición ocupante ha instalado sus cuarteles generales. Más allá de los controles, el tráfico está severamente restringido, y en lugar de los habituales coches desvencijados, mercadillos de comida y basuras, es frecuente ver a fornidos guardaespaldas y a soldados de EEUU haciendo footing .

En el cercano Hospital Al Yarmuk, a media mañana, algunos de los heridos todavía permanecían aturdidos, mientras un funcionario facilitaba en la puerta, ante unos familiares inquietos, los nombres de los supervivientes que estaban siendo tratados allí. Nadie quería hablar. "Estoy bien", era lo único que acertaba a decir Narmin Husein, con el rostro repleto de cortes y desgarros, y la voz entrecortada, en uno de los camastros de la sala de urgencias del centro hospitalario.

ATENTADO SANGRIENTO No se producía un atentado de tales dimensiones en la capital iraquí desde el pasado 27 de octubre, cuando una serie de cuatro explosiones en una misma jornada sembraron el terror en la sede del Comité Internacional de la Cruz Roja y en tres comisarías de policía, con un saldo de 35 muertos. En la pasada Nochevieja, una explosión redujo a escombros el restaurante Nabil, en donde murieron al menos ocho personas.

Dado que las tropas norteamericanas están protegidas ahora por un primer cordón de seguridad formado por hombres armados iraquís, es cada vez más difícil causar víctimas norteamericanas, lo que hace que la mayoría de los atentados provoquen muchas víctimas civiles.