Yusef Abdalá ha tenido que hacer 300 metros de cola para poner gasolina en la estación de servicio de la calle de Sadún, en pleno centro de Bagdad. "¿La soberanía? ¿Dónde está la soberanía cuando los carros de combate de EEUU permanecen en Irak?", se indigna, un día después de la transferencia del poder al Gobierno interino.

Este ingeniero en paro reconoce que no vio nada de la ceremonia celebrada el lunes. Solamente escuchó por la radio que, sobre el papel, su país tiene ahora el destino en sus manos. "Pero la verdadera soberanía la tendremos cuando veamos marchar a los ocupantes", concluye.

"No han movido un dedo

Ayer, para poder abastecerse de carburante, había que tener una matrícula con número par. Muzana Naji, el gasolinero, explica que "hace un año" albergaba "esperanzas de obtener la soberanía". Ayer, en cambio, ya no esperaba nada, ya que "en un año, los estadounidenses no han movido un dedo". Las televisiones mostraron a los soldados de la coalición recogiendo alambre de espino en la plaza de Firdaus, allí donde fue derribada la estatua del depuesto presidente Sadam Husein en abril del 2003. Pero, por el momento, no es más que un gesto simbólico.

"De hecho, nada ha cambiado", apunta Ahmed al Mansur, un panadero. "Esperábamos convertirnos en Alemania, Corea o Japón, pero nada de esto ha sucedido", concluye. "Habrá que esperar al menos seis meses para saber si tenemos verdaderamente el poder", estima Raya Faisal, una secretaria con el rostro maquillado y cubierto con un velo. Desea que las tropas extranjeras sigan en Irak, por temor a un estallido de violencia.

El Gobierno interino, cuyos miembros juraron su cargo en la ceremonia del lunes, suscita algunas esperanzas. "Iyad Alaui tiene cara de persona decidida; incluso le ha gustado a mis hijos en televisión; esperemos que tenga éxito", apunta Husein Abú Alí, guardia de seguridad vestido de civil, quien confía en trabajar colaborando "con la policía".

"Alaui es educado; ha combatido a Sadam. Es el hombre adecuado para la situación actual", piensa Ahmed. "Es sólo una impresión, pero siento que disfrutamos de algo más de seguridad; hay más policías, menos embotellamientos; confiamos en él", insiste Satar, con la cabeza cubierta por una kefiya blanca.

Taha Jalifa, un chófer de taxi con muchas ganas de desahogarse, aprecia la firmeza del discurso de Alaui sobre la represión de la delincuencia, aunque admite desconocer a los restantes miembros del Ejecutivo interino. Idéntica inquietud tiene Riad Nima, un cambista bagdadí: "¡Que el Gobierno dé prioridad a la inseguridad!; nuestros policías conocen mejor el país y a los delincuentes".