La madre de todas las operaciones del Ejército israelí en la franja de Gaza se inició ayer en el superpoblado campo de refugiados de Rafah, cuando los tanques, los blindados y las tropas agazapadas en los límites cercaron la localidad y establecieron un sitio militar en torno a la localidad.

La ciudad se convirtió en una trampa para los civiles palestinos que huían atemorizados --unos 3.000, según fuentes palestinas-- con lo puesto y con los enseres que podían cargar. Algunos usaban el transporte más popular de Gaza: el carro tirado por burros; otros iban en camiones destartalados con los que intentaban salir de la ciudad y salvar sus bienes más preciados.

Los palestinos estaban atemorizados --y con razón-- tras el fallo del Supremo israelí, que da carta blanca al Ejército para las demoliciones en Rafah, donde viven 90.000 personas en condiciones paupérrimas.

BLOQUEO Pero, en el camino, los palestinos se encontraron con otro obstáculo. Las carreteras que comunican con el campo de refugiados de Jan Yunis estaban bloqueadas y también los pasos hacia otros lugares en el norte, ya que Israel dividió en tres la franja de Gaza hace una semana, tras la muerte de seis soldados.

En la ciudad, los palestinos sólo buscaban refugio allá donde podían --escuelas, mezquitas-- para ocultarse de las confrontaciones entre militantes y soldados, intermitentes a lo largo del día. Al oscurecer, los activistas plantaron bombas por la ciudad para defenderse en la que presumían sería una larga noche.

En su éxodo masivo, no todos los palestinos podían acudir a casas de familiares, por lo que la Unrwa, la agencia de la ONU para los refugiados palestinos, preveía ayer que unas 1.000 personas necesitarían su ayuda. Su portavoz en Gaza, Paul McCann, señaló a este diario que "entre 600 y 2.000 personas abandonaron hoy sus hogares". "Hemos preparado cuatro escuelas e instalaciones en las afueras de Rafah, para darles cobijo, mantas, agua y comida", añadió McCann.