El Rif, la región más pobre y marginada de Marruecos, ha vuelto a ser azotada por el destino. En la madrugada de ayer, un violento terremoto sacudió todo esta zona del noreste marroquí, cebándose con especial fiereza en la provincia rifeña de Alhucemas. Allí, el seísmo, que alcanzó 6,5 grados en la escala de Richter, devastó decenas de aldeas y derribó numerosos edificios. A última hora de la tarde, la Magreb Arab Press, la agencia de noticias marroquí, informó de que el terremoto había causado 564 muertos y 300 heridos. No obstante, las autoridades temen que la cifra aumente al contar las víctimas de las aldeas más remotas.

El movimiento telúrico se produjo a las 2.30 de la madrugada del martes, sorprendiendo a los habitantes de Alhucemas en pleno sueño. En la capital, los edificios resistieron. En los alrededores no hubo tanta suerte. Cientos de personas quedaron atrapadas bajo los escombros de los edificios de las ciudades colindantes y bajo las paredes de adobe de las casas de las pedanías cercanas.

LOCALIZACION DEL EPICENTRO Según Jabur Naser, del Laboratorio Marroquí de Geofísica, el epicentro del seísmo se localizó en la comuna rural de Ait Kamra, a 19 kilómetros de Alhucemas. De hecho, esa comuna, la de Beni Abdala, y la ciudad de Imzuren fueron los lugares donde el seísmo causó más muertos.

Sólo en Imzuren murieron 164 de las 564 víctimas del terremoto. Además, las autoridades señalaron que, en esa localidad de 20.000 habitantes, aún no se habían sacado ni el 10% de las personas que estaban bajo los escombros. En Imzuren, todos denuncian la falta de medios. "Aún hay mucha gente bajo las ruinas y no tenemos equipos para sacarlos; no tenemos ni grúas, ni perros, ni máquinas para cortar vigas", exclamó el alcalde, Hasan Hmiduch.

"Oímos sus gritos pidiéndonos ayuda, pero no podemos hacer nada por ellos porque no tenemos con qué rescatarles", denunció Mohamed, un habitante de esa ciudad. "Al menos 25 o 30 edificios de apartamentos se han derrumbado", explicó, señalando a la multitud de vecinos que, como podían, intentaban buscar supervivientes entre las ruinas de un edificio de tres plantas.

CON LAS MANOS Decenas de hombres se afanaban con las manos desnudas en retirar escombros, estirando de cables o desplazando, todos a una, vigas de cemento. Incluso varios ancianos intentaban escarbar la tierra con sus cayados.

Pasear por Imzuren era desolador. Cada pocos metros aparecían edificios en ruinas, con las paredes y los techos hechos pedazos.

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