Hadi Abed ingresó cadáver en el servicio de urgencias del Hospital General de Ramadi el martes. Tenía 45 años, y según los testigos, tuvo la mala suerte de encontrarse en la calle principal de Jaldiya, una pequeña localidad a 80 kilómetros al oeste de Bagdad, en el momento en que una mina explotó al paso de un convoy militar de EEUU, causando la muerte a tres soldados. Pero Hadi Abed no murió como consecuencia de ninguna onda expansiva ni tampoco por el impacto de un trozo de metralla perdido. De acuerdo con el parte médico, el paciente ingresó con un impacto de bala en el costado.

En un rudimentario cuaderno, el centro hospitalario de Ramadi registra los ingresos. Entre los nombres, hay cuatro pacientes heridos durante la emboscada del día anterior: el propio Hadi Abed, Hamid Amedj, Mohamed Hamed e Imad Abed Hamed. Todos presentaban un mismo tipo de heridas: impactos de bala.

Con sedantes

Imad Abed Saleh, de 26 años, se recupera de un balazo en el brazo derecho junto a unos pocos familiares. "La bala le rompió el hueso y dañó algunos nervios, pero confiamos en que pueda recuperar gran parte del movimiento en la mano", explica Majid Hamed, un enfermero de guardia.

Bajo los efectos de los sedantes, Imad a duras penas puede asentir al relato de lo sucedido que realizan sus familiares. "Tras la explosión, un soldado empezó a disparar en todas direcciones". Su coche recibió "14 impactos de bala y ha quedado completamente inutilizado", afirma uno de sus acompañantes. El incidente se produjo sobre las 13.00, una hora en la que circulaban coches, los lugareños paseaban por las aceras y los niños vendían golosinas.

Junto a Imad Abed se encuentra también convaleciente Ibrahim Awad Mujlif, de 42 años. Permanece ingresado en el hospital desde el 20 de diciembre. Eran los días posteriores a la detención de Sadam y según su testimonio, se encontraba en las proximidades del mercado central de Ramadi cuando recibió un disparo que le destrozó el tobillo. "Nadie disparó contra los americanos; la gente se congregó allí porque se extendió el rumor de que Sadam seguía libre e iba a aparecer", reitera. Ibrahim afirma que los soldados norteamericanos se pusieron nerviosos al ver el gentío y abrieron fuego en todas direcciones.

Lo cierto es que en el registro médico del 20 de diciembre también aparecen cuatro individuos ingresados con heridas de bala. Ahmed Jalaf y Sabar Abed Saud, que fallecieron, y Wathik Ahmed y el propio Ibrahim Awad.

"Un acto de venganza"

Nadie comprende en Jaldiya y Ramadi por qué las tropas de EEUU disparan "de forma indiscriminada" cada vez que se enfrentan a una emboscada, sin importarles los muertos civiles que puedan causar. "Los responsables de los atentados no se quedan allí para ver lo que sucede; se limitan a accionar por control remoto las bombas y se van", subraya un civil de Jaldiya que prefiere no ser identificado. Para muchos, esta reacción no es más que "un acto de venganza" contra los civiles de la zona, que se opone a la ocupación.

Tras los últimos atentados, se multiplican las acusaciones de que, en los momentos posteriores a una emboscada, la reacción desproporcionada de los ocupantes multiplica las bajas civiles. Tras el reciente ataque suicida a la entrada del Palacio de la República, en Bagdad, las tropas norteamericanas sellaron los accesos y las ambulancias no pudieron pasar hasta una hora después. Ayer, otro ataque contra un hotel en Bagdad donde se alojaba el ministro de Trabajo causó escenas parecidas.