Médico de salud deportiva y famoso exjugador de baloncesto, pasó ayer por el Congreso Nacional Psicodepor en Zaragoza para hablar de la otra cara del deporte. Del descanso, de la comida, del sueño... del entrenamiento invisible.

—¿Qué es el entrenamiento invisible?

—Son los hábitos que conforman la realidad de un deportista fuera del tiempo que está entrenando. El día, fuera de los entrenamientos, es muy largo y hay mucha gente que tira lo entrenado por lo mal que entiende el resto de la jornada.

—¿Se refiere a la alimentación?

—La alimentación, el descanso, el sueño, el tiempo de ocio... todas esas cosas que nos aseguran un cierto equilibrio biológico. Si para llegar al éxito en el deporte bastara solo con entrenar, sería muy fácil. Entrenando más se ganaría más. Pero el deporte tiene una parte cualitativa. Llega un momento en que, aunque sigas entrenando, más ya no significa mejor.

—¿Cuál sería el plan ideal?

—Todo esto nace de un término que yo he acuñado: la normalización de la vida del deportista. Cuando hablo de normalizarla, me refiero a que el deportista que es capaz de llevar su vida más normal, similar al resto, es el que maneja mejor sus momentos malos y, de alguna manera, está más capacitado para rendir. Nunca he creído en los deportistas cobayas, esos que tienen a alguien que les dice en cada minuto del día lo que tienen que hacer y no toman ni una sola decisión. Les dice qué comer, cuánto entrenar, cómo manejar su dinero… Tienen muchas posibilidades de fracaso porque es gente que no está acostumbrada a tomar decisiones en el resto de la vida.

—Habla de personalidad, inteligencia...

—La inteligencia es una cierta habilidad para manejar la realidad que nos rodea. Pero para eso hay que entrenarla en una interrelación con los demás y con los problemas habituales que tiene que resolver la gente. Se trata de intentar luchar contra la figura del juguete roto.

—¿Cuánto influye el entrenador?

—Los grandes entrenadores son los que van más allá del deportista, capaces de llegar a esa parte humana de sus pupilos. ¿Tú quieres salir todas las noches? Pues que sepas que te va pasar esto, esto y esto. ¿Que eres muy bueno y durante un tiempo lo vas a hacer? Pues no queda más remedio. Pero eso no le pasa al gran deportista, que sabe unir muy bien obligación y devoción, que es inteligente para saber qué debe y qué puede hacer.

—¿Nadal sería el deportista perfecto?

—Si jugara más en la red, sería mejor (risas). No es perfecto, pero sí es el ejemplo de alguien que hace un uso perfecto del entrenamiento invisible.

—¿Hay una edad para empezar el entrenamiento invisible o los niños solo deben preocuparse de divertirse jugando?

—Acaba de tocar la pieza clave de todo esto. Se puede entrenar y divertirse, se puede ser un gran deportista y divertirse. Y se pueden aunar los dos elementos. Pero sí hay una edad. Llega cuando el niño empieza a integrarse en estructuras complejas que van a intentar mejorar su rendimiento. En ese momento tiene que empezar a adoptar una postura, entre comillas, profesional. Ahí debe empezar a entender que cuando entrenas más tiempo, necesitas más descanso, más nutrientes... En definitiva, hacer más cosas para que tu cerebro esté en un equilibrio suficiente para tener un mejor rendimiento.