Al final de la senda de la Fuente de la Mujer cerca del municipio de Monterde, a cuyo término pertenece este paraje, nos adentramos en una garganta de riscos y agua conocida como el Cerro del Molino . Un terreno orográfico único que ha centrado diversos estudios de la Universidad Complutense de Madrid, y ha llamado la atención de universidades tan prestigiosas como Oxford. Un agreste enclave donde convergen la belleza de la piedra rojiza, los saltos del agua encajonados por las rocas, y el verde de las plantas y los pocos árboles que se atreven a erigirse en este terreno. Desde las faldas del castillo de Monterde puede el viajero asomarse, no sin vértigo, para contemplar el pozo de la hoz o la cola de caballo a través del despeñadero que lo separa del cerro del Molino. En su base se encuentra una balsa de agua donde han aprendido a nadar los lugareños y que ahora se encuentra en un proceso de adecuación del entorno.

No falta tampoco la historia y la leyenda vinculadas con el viejo molino, que al parecer fue antes aljibe romano, y que todavía se conserva. Dice la leyenda que poco después de la reconquista cristiana, un molinero ideó un tamiz metálico oculto delante del caldero por donde penetraban las aguas para mover las piedras molares para recoger las pepitas de oro del río Ortiz. Pero como el depósito de pepitas era tan pequeño abarató la molienda a menos de la mitad de lo que se cobraba en los molinos de Munébrega, Nuévalos, Ateca, Terrer y Calatayud para obtener más trabajo, y que pudiera recoger más pepitas con las que no tardó en enriquecerse. Relata también la leyenda que el mundo se maravilló de la prosperidad del negocio con precios tan bajos, ya que compró fincas, construyó la fuente y el puente de piedra, amparó a los necesitados y otros indigentes y colaboró en la edificación de la extraordinaria iglesia de Monterde.

R. CRISTOBAL