El 7 de octubre de 1931 fueron muchas las personas que, curiosas, se detuvieron alrededor de la camioneta del caricaturista Bon, recién llegado a Zaragoza con motivo de las fiestas del Pilar. El emplazamiento elegido no podía ser mejor: la céntrica Plaza de la Constitución, actual Plaza de España. El humorista Bayo Marín animó a Pablo Cistué de Castro, periodista de La Voz de Aragón, a hacer una entrevista a Bon, que apareció el día 9. No era la primera que el diario le dedicaba. El 28 de octubre de 1930 publicó la que Tomás Seral y Casas hizo a Bon durante un viaje entre Bilbao y San Sebastián, cuando le invitó a visitar Zaragoza. Como había prometido, Bon llegó desde Calahorra en su famoso carro ambulante con su fiel perro Catorcedeabril. Pero ¿quién era Bon?

Seudónimo de Romà Bonet (Barcelona, 1886-1967), Bon fue uno de los más populares, modernos y singulares dibujantes y caricaturistas de la época. Empezó a colaborar en Papitu, L’Esquella de la Torratxa, Impresiones, Virolet; en 1911 publicó el álbum Celebridades contemporáneas. Caricaturas de Román Bonet (BON), y celebró exposiciones en Mahón y Barcelona. En 1922 fue nombrado director artístico de Bilbao Gráfico. Al año siguiente se instaló en Madrid, y fue asiduo de la tertulia de Ramón Gómez de la Serna e ilustró las cubiertas de muchos de sus libros. En 1925, logró la Medalla de Oro en la Exposición Universal de Artes Decorativas de París por su carteles. Y en 1927 viajó a Nueva York como representante de la Unión de Dibujantes Españoles. A pesar del éxito en las revistas norteamericanas, Nueva York le pareció la ciudad más triste del mundo, por lo que regresó a España.

La Cofradía de Los Barbas, con Bon en el centro.

Con motivo de la Exposición Internacional de Barcelona de 1929, habilitó como estudio un carromato donde hacía las caricaturas de quienes lo visitaban; durante el tiempo que duró la Exposición, Bon colocó el carromato de madera, como la yegua Lola que lo «tiraba», ante las puertas del Poble Espanyol. Dicen que llegó a dibujar más de 8.000 retratos. En su entrevista de 1930 Seral aseguró que había realizado más de 13.000. El éxito le animó a recorrer el país y para «atemperar la bohemia a la civilización», adaptó un motor Ford a la nueva roulotte que sustituyó al primer carro. Si todo salía bien, dijo a Seral, compraría quince o dieciséis camionetas: «en una iría Alberti recitando sus poesías por las plazas y plazuelas del mundo; en otra, Itubarne, con su teatro, en proyecto, de Marionetas; en otra tú molestando con tus preguntas a todo el que se ponga a tiro...».

El 28 de octubre de 1930, el Teatro Gayarre de Pamplona presentó el espectáculo Humorismo y caricatura en el que el crítico de arte J. Itubarne hablaba y Bon ilustraba sus palabras con dibujos en una gran pizarra: fue el precedente de las famosas Conferencias mudas de Bon cuyo objetivo era entretener al público sin pronunciar palabra. «Coloco una gran pizarra y allí les hago mil dibujos, que representan lo que quiero contar», comentó a Josefina Carabias en la entrevista para Estampa. Además, el caricaturista colaboró para La Gaceta Literaria, Nuevo Mundo, Buen Humor, La Voz, etc. La guerra la pasó en Barcelona, donde trabajó con el Sindicato de Artistas. Durante la posguerra quiso que su pequeño taller recordara la carreta que había sido saqueada y destruida.

Visita a Zaragoza

Cuando Seral entrevistó a Bon coincidió con su estancia primero en Bilbao y luego en San Sebastián, donde parece que acudió para dar una conferencia muda con Itubarne -o Iribarne, lo llama Bonet- durante la Exposición de Arquitectura y Pintura Modernas que tuvo lugar en el Gran Casino, en septiembre de 1930. Una de las consecuencias más destacadas, y reseñables, de la muestra, en cuya organización participó Fernando García Mercadal, fue la redacción de las actas fundacionales del GATEPAC -Grupo de Arquitectos y Técnicos Españoles para el Progreso de la Arquitectura Contemporánea- en el Gran Hotel de Zaragoza durante los días 25 y 26 de octubre de 1930.

Un año después, el 6 de octubre de 1931, Bon visitó Zaragoza. Se quedó alrededor de dos meses, tiempo suficiente para relacionarse con el ambiente más renovador de la ciudad, y también con Casitas, el empresario del Teatro Principal, en cuyo vestíbulo presentó, el 16 de octubre, una exposición de dibujos y caricaturas. El día 23 el teatro fue escenario de una de sus conferencias mudas en compañía de Seral y Casas, que también le presentó en la conferencia celebrada en el Teatro Coliseo Imperial de Catalayud, el 19 de octubre. Fue tal el entusiasmo que Bon suscitó, que sus amigos le organizaron una cena homenaje el 24 de octubre, en el Hotel Florida. Podían acudir quienes simpatizaran con el artista, previo pago de 13 pesetas y con una sola condición: era imprescindible asistir con barba, mejor postiza, claro, pues Bon, como hombre moderno, odiaba tal «antifaz velloso».

Se trataba de «zarandear el humorismo provinciano de nuestra ciudad, que nos proponemos elevar a la categoría de británico», decía la nota enviada a La Voz de Aragón que, el 27 de octubre, informó sobre la cena: «Los comensales, ataviados con trajes de calle estupendamente embarrizados, que la nochecita no estaba para menos, estrenaban magníficas y multicolores barbas. Bon lucía una rojo crepúsculo, de pobre de carretera; Chas, una negro azabache de viejo libidinoso. Bayo Marín, una barba levísima de galán de la Ufa. Oto, de malo de film. Aragón, de sefardita. Bandrés, de Tenorio, etc., etc.». Entre plato y plato se leyeron las adhesiones, entre ellas las de Honorio García Condoy, Ramón Acín o Manuel del Arco. Como fin de fiesta se bailó una sardana en la Plaza de la Constitución.

La recién creada Cofradía Humorística de Los Barbas, iniciativa del Hermano Mayor Bon, celebró su primer acto el 1 de noviembre. Asomados a la borda de una barcaza atracada en el Canal Imperial, frente a Ruiseñores, Bon lanzó una corona de siemprevivas con un lazo rojo en el que se leía: «La Cofradía de Los Barbas a las víctimas de la mala literatura». Sencilla ofrenda «con la que cerrar a cal y canto la época nuestra», anunció Seral, cronista de la Cofradía.

Bon prometió regresar a Zaragoza al año siguiente pero, según escribió Zeuxis en la revista Aragón, «las gentes no invadieron su carro» y decidió ir en busca de mejores plazas.