Sorprende la frivolidad que gastan algunos a los que las declaraciones les delatan. Es absolutamente impropio que Albert Rivera quiera ser presidente para encarcelar a los que quieran «romper España», llevándose por delante la separación de poderes a la vez que se arroga el papel de guardián de la Constitución. Antes de vestirse como el capitán Trueno, debería primero arreglar cuentas con su subconsciente y sujetar una visceralidad crispada y también crispante. A ello habría que sumar el episodio protagonizado esta semana por Irene Montero con la dueña de un piso en alquiler, aunque solo sea para recordar que la portavoz de Unidas Podemos en el Congreso (que ya es) ha pretendido ser, ojo, ¡vicepresidenta de España! hace solo cuatro meses.

También es recordada aquella frase de Cristóbal Montoro (luego ministro de Hacienda) de «que caiga España, que ya la levantaremos nosotros», poniendo una vez más en evidencia que los intereses partidistas están por encima de los generales, por más veces que se repita lo contrario. Y memorable, por decepcionante, aquella adaptación del proverbio chino de «gato blanco, gato negro, qué mas da; lo importante es que cace ratones» de Felipe González y que ha marcado un estilo propio en el PSOE: promesas electorales de izquierdas y pragmatismo desideologizado una vez en el poder.

Al menos, Felipe se rodeaba de intelectuales en aquellas tertulias de la bodeguilla de Moncloa, que le daban ese poso cultural progresista con intención de marcar tendencia sociológica. Algo que replicó a su manera ZP con los artistas de la ceja para luego decepcionarles. Pedro Sánchez ni siquiera lo ha intentado. Corren otros tiempos. Ahora el éxito político no viene de la mercadotecnia, sino de la capacidad de tejer mayorías, con todos los riesgos que conlleve, algo que escapa a la mayor parte de responsables públicos españoles.

Desgraciadamente hoy no prima lo constructivo sino la evitación. Los acontecimientos se solapan y se espera que las respuestas lleguen solas. Sánchez no coge el teléfono a Torra, como Rivera no se lo cogió a Sánchez hasta que reclamó una reunión urgente media hora antes de ir a elecciones. El Parlament torea al Constitucional con una resolución desafiante para luego admitir que se trata de «posicionamiento político» sin recorrido. Los franquistas siguen pensando que merecen caminar bajo palio...

Confirmado: no hay manera de dar un paso adelante. H Periodista