La Navidad está en los ojos de los niños.

Podéis adelantarla dos meses, si queréis tres, incluso antes del verano. Solo queréis vender. Eso, no es Navidad.

Podéis adornar las calles con árboles gigantes, con guirnaldas de estrellas y campanas, con toldos de luces que centellean hermosas en la noche. Eso, no es Navidad.

Podéis organizar belenes vivientes y belenes musicales. Podéis montar belenes hechos de flores y de frutas, o con muñecos del Lego o de los clicks. Podéis preparar con esmero belenes con figuras de mazapán o de chocolate o de caramelo. Eso, no es Navidad.

La Navidad está en los ojos de los niños.

Podéis felicitar con vuestro móvil de última generación a cientos de personas. Serán mensajes preparados por un robot, o por un programa o por un idiota. Mandaréis christmas de pega con hermosas canciones navideñas y quedaréis muy satisfechos. Eso, no es Navidad.

Podéis organizar comidas y cenas de empresas; comidas y cenas con vuestros colegas; comidas y cenas del amigo invisible. Eso, no es Navidad.

Podéis jugar a la Lotería de Navidad y luego a la Lotería del Niño. Podéis incluso ganar y abrir cien botellas de champán de las que beberéis medio sorbo. La Navidad nunca fue un juego.

La Navidad está en los ojos de los niños.

Podéis regalar diez juguetes a cada hijo. Eso, no es Navidad.

Podéis pedir diez regalos a Santa Claus y diez regalos a Los Reyes Magos y… puede que os los traigan. Eso, no es Navidad.

Podéis comprar, consumir y comer. Y volver a comprar, a consumir y a comer. Eso, no es Navidad.

La Navidad está en los ojos de los niños.

Podéis abrir comercios mañana, tarde y noche. Apelar a la más indecente sensiblería en vuestros anuncios para luego agotar a empleados y empleadas con jornadas extenuantes y mal pagadas. Eso, no es Navidad

Podéis vestir vuestras mejores galas la noche de fin de año. Podéis emborracharos y no saborear la cena ni la comida del día siguiente. Eso, no es Navidad.

Podéis disfrutar al máximo vuestras vacaciones navideñas. Esquiar en vuestras estaciones favoritas o, tal vez, ir al Pirineo francés o a las montañas suizas o a los Alpes italianos. Podéis ir a Bali, a Cancún o a Australia. Podéis pasar cada uno de esos días sin dar un solo beso al niño Jesús. Eso, no es Navidad.

La Navidad está en los ojos de los niños.

Podéis decir que NO, que NO y que NO a la Navidad. No depende de vosotros. No sabéis nada de la Navidad.

Podéis proclamar a gritos que no creéis en ella; que no os gusta, que todo es consumismo, que de pequeño sí pero ahora no; que no la celebráis porque os traen recuerdos de tiempos pasados y de personas que ya no están y os echáis a llorar… No sabéis nada de la Navidad.

Podéis negarla, aborrecerla, destrozarla con vehemencia, envaramiento y locuacidad. Será como clamar en el desierto. No sabéis nada de la Navidad.

La Navidad está en los ojos de los niños. Y no de todos. Hasta los seis años, sí. De seis en adelante sólo está en los ojos de los que saben soñar, de los ingenuos y de los limpios de corazón.

La Navidad está en los ojos de los niños.

Cuando te entregan ilusionados el dibujo de Navidad que han hecho en el colegio.

Cuando miran asombrados el belén de un escaparate.

Cuando cantan el mismo villancico a todas las horas del día.

Cuando te preguntan dónde pasa la Navidad el mendigo de la esquina.

Cuando en su carta a los Reyes Magos escriben: “Quiero que aya paz en el mundo” o “ Quiero que mi ermanito se cure de una enfermedad grabe”

Cuando tiemblan y se aferran al cuello de su papá o de su mamá porque les da miedo ver de cerca a su rey favorito.

Cuando aprietan tu mano con sus manitas al ver a los Reyes Magos en la cabalgata.

Cuando, la mañana del día de Reyes, sus ojos se tornan color juguete frente a la mágica puerta del salón.

La Navidad está en los ojos de los niños como lo estuvo hace más de dos mil años en los ojos de un pequeño que acababa de nacer en un humilde pesebre.