Cristina Alconchel vivía en Vía Hispanidad, pero en un viaje a Nueva York en el 2014 descubrió una nueva pasión que le hizo emigrar de un barrio de Zaragoza a otro. En América descubrieron, ella y su hermano, el béisbol y el sóftbol, deportes tan próximos, explica la joven para inexpertos que no conocen del tema, «como el fútbol y el fútbol sala». Al llegar a España escribieron en el buscador de Google «campo de béisbol en Zaragoza» y descubrieron el ubicado en Miralbueno. No se lo pensaron, fueron a probar. «Vinimos y justo un equipillo de chicas había empezado, hace unos años había habido bastante historia de sóftbol en Zaragoza, a raíz de la base americana y se estaba retomando», recuerda sus inicios la que ahora es jugadora del Rivas, en Madrid.

Como le surgió la oportunidad se unió a ellas y empezaron a fortalecer el equipo. La joven de 23 años relata que tuvo suerte, «porque fue justo llegar en el punto». Si le hubiese picado la curiosidad unos meses antes «no habría habido chicas», asegura. Allí empezó su progresión. Alconchel se lo ha tomado «muy en serio» y admite ser «muy competitiva». Puede que sean esas cualidades las que le han llevado a jugar como 'utility' (tanto en el exterior como en tercera base) en División de Honor, la única y máxima categoría del sóftbol español en la que ganarse un puesto es más complicado de lo que pueda parecer.

Para acceder a esta categoría, un equipo tiene que ganar el campeonato de Primera División y después enfrentarse al último clasificado de División de Honor en cinco partidos, al mejor de tres. Luchó por esta plaza con el club de Miralbueno pero no les fue posible. Ella se hizo su propio hueco fichando por el Atlético San Sebastián y, un año después, por el Rivas. Un detalle de cabezonería maña que le obliga a compaginar el deporte de élite con los estudios. Acaba de graduarse por la Universidad de Zaragoza en Administración de Empresas en inglés.

El deporte, además, le ha enseñado mundo. Los viajes a San Sebastián o a Madrid cada fin de semana para entrenar y jugar, ya que la zaragozana ha continuado viviendo en su ciudad natal, no han sido los más espectaculares. «He tenido la suerte de que los dos equipos en los que he jugado han ganado la Liga y la Copa y eso te permite ir en agosto al Europeo», relata Alconchel, que aprecia de este campeonato «ver el nivel que hay allí, los campos, las instalaciones, las jugadoras… Muchas han jugado Mundiales y Juegos Olímpicos, es otro mundo», dice. Entonces, viviendo la experiencia, ¿el resultado importa menos?

«No, el resultado siempre importa», asevera. «Si vas es para ganar o por lo menos dar lo mejor que tienes», aclara Alconchel sin dejar lugar a dudas sobre una de las características que la describen: competitiva. Pero no solo ha viajado por motivos deportivos. No se ha privado de nada y en el 2019 se fue de Erasmus a Roma, del que tuvo que volver para su primera convocatoria con la selección. «Estuve un cuatrimestre, como la temporada dura de marzo a agosto, me fui de octubre a febrero», explica. En Italia entrenó con un equipo mientras seguía preparándose para el reto del verano del 2020, el Europeo al que pensaba ir convocada con la selección, pero que se aplazó por el coronavirus.

Para una joven de 23 años parecen demasiados compromisos y mucho sacrificio. Cristina Alconchel tiene un claro referente que le ha acompañado en sus dos equipos de División de Honor y que le ha enseñado a compaginar las no pocas facetas de su vida: Beatriz Parejo. «No es tan fácil ser una atleta de alto rendimiento y compaginarlo con el trabajo, estudios y tu vida personal», confiesa la joven y añade que «en eso Bea es una crack». Por ello aspira «a poder compaginarlo así también, su día tiene más de 24 horas», ríe Alconchel mientras sigue centrada en sus próximas metas deportivas.