Desde que el año 2018 marcara un cambio radical en la lucha feminista vivida por las mujeres (y también por muchos hombres), los poderes ejecutivo, legislativo y judicial de todos los países en democracia se han movido mucho. Y lo han hecho en buena dirección porque el objetivo global es que hombres y mujeres tenemos que ser iguales ante todo y se ha emprendido un ritmo que es imparable. Cada 8-M, como hoy, decimos que esto ya no tiene vuelta atrás, y asi se piensa también en este 2020, aunque alrededor existan algunas batallas que pueden generar mucho desconcierto. Probablemente el feminismo también esté cambiando y haya que enfrentarse a realidades y trampas, a cuestiones políticas y precariedades sociales. Pero no hay que tener miedo a que esto pueda frenar nada. Al revés, todo esto es sinónimo de que el movimiento está muy vivo y, además, tiene mucho poder. Global.

Hay quien puede espantarse de los hechos. Hoy volverá a haber manifestaciones, actividades de distintos tipos en toda España para reivindicar la igualdad en todos los ámbitos de la sociedad. Pero, tras dos años de paros laborales, en los cuidados y en el consumo, este 2020 no hay una convocatoria de huelga estatal, sino que solo lo han aprobado en algunas comunidades autónomas, como es el caso de Aragón. El hecho de que el 8-M sea domingo, sin duda ha influido, pero es llamativo que, por ejemplo, desde el sindicato UGT se haya considerado que son necesarias «nuevas fórmulas de presión y negociación».

Quizás lo que ha ocurrido es que el movimiento feminista, lleno de colectivos y organizaciones en los últimos años, y sin unos o unas dirigentes claras, se ha descentralizado tanto por todo el país que ha provocado muchos desacuerdos en distintas asambleas territoriales o problemas a la hora de ponerse de acuerdo para convocar una huelga. Con paros o sin ellos, ni mujeres ni hombres deben sentir que se frena algo. Al contrario, los colectivos feministas tienen cuatro puntos reivindicativos este año. El primero se centra en las violencias machistas en todos los ámbitos y recuerda que muchos de los casos de asesinatos machistas ni siquiera están contemplados dentro de la Ley de Violencia de Género. El segundo es el control de la vida sexual y reproductiva de las mujeres y el derecho a decidir, entre otras cuestiones. Otro punto tiene que ver con las fronteras, mirando a los derechos de las mujeres migrantes. Y por último, en cuanto a la economía, los movimientos feministas la dividen en tres ramas: lo laboral, el consumo y la ecología y los cuidados.

Los desacuerdos o guerra cruzada entre los socios del Gobierno central tampoco deben deprimir a las feministas que quieren seguir avanzando en su lucha. Son pequeñas pugnas que sirven para entretener a los políticos en momentos concretos. Y las batallas de los ultraderechistas de Vox que impiden que las instituciones políticas hagan declaraciones públicas unánimes, como en el Ayuntamiento de Zaragoza o en las Cortes de Aragón, no deben servir nada más que para insistir en que hay mucho hecho pero queda mucho trabajo por hacer. No es bueno que esto ocurra y por eso lo que habrá que hacer es actuar en consecuencia cuando se reparten los votos en unas elecciones a partidos que están alejados de la globalidad del mundo y de los avances sociales.

La última batalla que puede aparentar un signo de división es el debate interno sobre el feminismo, la prostitución y la inclusión en el movimiento de las personas trans. La lucha de este colectivo para nada debe suponer que se invisibilice a la mujer como tal y se desvirtúe la lucha de la mujer feminista. Todas las mujeres deben poder participar en los movimientos por la igualdad y los creados en torno al 8-M y todas deben ser defendidas por igual sin importar ni sus trayectorias ni si son trans. Vale mucho más llegar a acuerdos de mínimos entre colectivos de mujeres que romper. Hay que ir juntas y juntos porque se avanzará más. Y ahí sobran las radicalidades y hay que mantenerse unido en la defensa de los derechos humanos, de las libertades y de las sociedades en las que merezca la pena vivir y en las que todas las vidas merezcan la pena ser vividas. El proyecto de ley de libertades sexuales que ha aprobado el Gobierno PSOE-UP puede ser mejorable, seguramente, y se ha redactado con mucha prisa. Pero si se consigue mejorar entre todas y todos, sin llegar a los extremos de la izquierda y de la derecha, se habrá avanzado. Hay quien pensará que poco. Pero será mucho y, además, en unión. Que es lo que no debe romperse.

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