Es triste pero, aún hoy, para explicar la trayectoria de algunas mujeres se menciona a los hombres que las rodearon. Mileva Maric-Einstein. Ya imaginan por dónde van los tiros. Una mujer con talento acreditado en matemáticas y ciencias naturales cuya verdadera aportación se desconoce. Probablemente porque su saber quedó integrado en la teoría de su marido. Quién sabe, todo es relativo. Ada Lovelace, una inglesa que formuló conceptos visionarios en el campo de la programación informática. Su nombre original era Augusta Ada Byron. ¿Lo adivinan?

Lo suyo no eran las letras a pesar de su apellido. Su padre sí inspiró, en cambio, a tres hermanas escritoras que, para vivir de su talento, tuvieron que publicar sus obras bajo seudónimos masculinos. Se llamaban Charlotte, Emily y Anne Brontë.

Unas, marcadas por los hombres de su vida. Otras, dispuestas a inventárselos para tener un nombre bajo el que refugiarse. Y un tercer caso. El de las mujeres que entregaban su arte sin contrapartidas a sus parejas para que gozaran del reconocimiento social. Lo contó Tim Burton en 'Big eyes'. Una joven pintora hizo creer al mundo que los retratos de niños de ojos grandes salían del pincel de su marido. También la actriz Glenn Close, siempre espléndida, por cierto, encarnó a La buena esposa, dispuesta a escribir las mejores novelas que catapultaran a su marido hacia el Premio Nobel. Lo consiguió.

De realidad ficcionada o de ficciones reales está repleta la historia. Llena de imprecisiones en cuanto a nombres propios de mujeres se refiere. A veces, por desconocimiento. Con frecuencia, por desconsideración.

Hoy 11 de febrero se celebra el Día de la Mujer y la Niña en la Ciencia. Lo proclamó Naciones Unidas en el 2015 para visibilizar el papel de la mujer en carreras tecnológicas. Se necesitan referentes femeninos en todo en general y en este campo en particular. Las mujeres son, somos, mayoría en la universidad pero solo una de cada cuatro cursa estudios relacionados con las ciencias, las tecnologías, las ingenierías o las matemáticas.

Afortunadamente, muchas han abierto camino hasta entonces poco o nada transitados. Y no sin dificultades. Desde Hipatia de Alejandría, filósofa, matemática, astrónoma, considerada la primera científica de la historia. A Marie Curie, química, física, pionera en el campo de la radiactividad, primera mujer en conseguir un Nobel. O la recientemente desaparecida Margarita Salas, una apasionada de la biología molecular que no dejó de alentar a las más pequeñas para que se acercaran al laboratorio. «Adelante, no os quedéis atrás». Pues eso. Pasen y vean, pero desde la primera fila.