No sé si será verdad, pero las malas lenguas de la Villa y Corte afirman que Aznar anda como pastillao . Que el tránsito de la gloria al olvido ha sido demasiado rápido. "Es tan corto el amor...".

En ese estado de ánimo, entre depresivo y freak , en que debe encontrarse el ex, no debe extrañarnos que su mente obedezca al primer impulso de su castigada psicología. Así, por ejemplo, si de pronto se le ocurre la idea de telefonear a su amigo Bush, coge la agenda, marca el prefijo internacional y pregunta por el jefe de la Casa Blanca. Claro que Aznar ya no puede hacer este tipo de llamadas desde su rancho de La Moncloa. Ya no tiene ministro de Exteriores, ni embajador en Washington, ni jefe de gabinete que le lleve el maletín. Tampoco vive ya en La Moncloa, de donde han desaparecido hasta las chinchetas de las paredes. Tampoco tiene cargo alguno, ni nacional ni plurinacional, que le autorice para llamar al presidente de los Estados Unidos en supuesta representación del pueblo español. No es presidente, no es diputado, ha dimitido de sus cargos del partido... ¿Quién es?

¿Y desde dónde hizo Ansar esa llamada a Bush? ¿Desde su nueva mansión, pagándose la conferencia de su bolsillo? ¿Desde la sede madrileña del Partido Popular? ¿Desde el móvil? ¿Desde una cabina pública, a cobro revertido? ¿A quién más ha llamado, a Berlusconi, a Blair, a...?

¿Y qué diablos --lo que importa mucho más-- habló este ciudadano de a pie, José María Aznar López, con George W. Bush? ¿Hablaron sólo de lo cobardica y malo que es Zapatitos al retirar ignominiosamente a nuestros bravos soldados del frente de la libertad? ¿Prepararon juntos la primera ponencia en la Universidad de Georgetown? ¿Le sugirió Ansar a Bush alguna pauta, alguna medida para represaliar a su esquirol sucesor? ¿Se interesó por la tramitación de los "grandes beneficios" que nuestro país iba a obtener por marchar codo con codo con los marines? ¿De qué más hablaron el amo del mundo y nuestro ciudadano de a pie? ¿Habrá nuevas llamadas, nuevos capazos sobre nuestra política internacional, los terroristas, las misiones de paz de nuestras Fuerzas Armadas?

Pero Aznar, probablemente, no contaba con que la Casa Blanca iba a filtrar, interesadamente, por supuesto, esa conversación privada. La reacción del nuevo gobierno español ha sido fulminante. El ministro de Defensa ha acusado a Aznar de "deslealtad", mientras que el PSOE lo tildaba, lisa y llanamente, de "chivato". Pepe Blanco aprovechó la jugada para preguntar a Mariano Rajoy --interesadamente, también-- si acaso comparte esa actitud acusica barrabás de su antiguo jefe de filas, quien ahora, al recuperar su condición de civil, parece haberse convertido en una caja de bombas.

¿Qué hacer, como frenar esta frenopática situación política y diplomática, esta bipresidencia berlanguiana, o landista, a la española? ¿Pinchando teléfonos, sancionando leyes, recordándole a Aznar los tiempos en que acusaba de desleales y antiespañoles a Zapatero, a Marcelino Iglesias, a Carod, a tantos otros?

Este debe ser el ejemplar traspaso de poderes que había prometido el PP. Una pieza paradigmática de la sucesión democrática.

*Escritor y periodista